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A un milímetro de la poesía

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A un milímetro de la poesía



Por Yeilén Delgado Calvo

Fuente: Granma Digital

«Yo creo que la trova no está pensada para grandes multitudes, independientemente de que Silvio, Pablo, Serrat llenen estadios y plazas de toros. Fue hecha para cantarla en casa de un amigo con otros amigos. Y no quisiera que ese espíritu se perdiera», dice Pepe Ordás, con el conocimiento de causa de una vida toda haciendo hablar a la guitarra.

De esa forma, el autor de temas rotundos como Alex o Son para ti, explica el espíritu intimista de la Fábrica de Trova, un proyecto que encauza desde el verano último, y que pretende no ser más de lo mismo en un panorama capitalino donde existen varias plazas para trovar.

Ubicado en el centro cultural En Guayabera (calle 7ma. y 171,  zona 10, Alamar), el espacio tiene muy claras sus metas de luchar por la poesía que caracteriza a la buena música y conquistar al público local.

«En Alamar no había una propuesta de esta magnitud, desde una peña que se llamó La bicicleta, a cargo de Vicente Feliú y Tato Aires.

«En Guayabera es un centro multipropósito con tienda, cafetería, parque infantil, heladería; sala de cine, de fiestas –donde tocan los grupos bailables, con capacidad para 500 personas– y el restaurante, donde se insertó esta iniciativa.

«Artex, junto con el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de la Música, ha habilitado una serie de estos centros, que buscan combatir el mal gusto cultural y esencialmente musical.

«La trova, a diferencia de buena parte de lo que se escucha, está muy cerca de lo lírico; por eso la idea de llevarla hasta la gente de Alamar, sin que nada  impida que vengan desde el otro lado del túnel», comenta el también fundador del grupo Guaicán.

Al contrario de una visión extendida, más por prejuicios que por evidencias, Pepe cree que los jóvenes constituyen el público por excelencia de la trova.

«En la Fábrica… se toca a Sindo Garay y Miguel Matamoros, se pasa por todos los grandes de la Nueva Trova, hasta llegar a la de hoy, y aunque van personas de todas las edades, queremos que los jóvenes tengan opciones para decidir qué música escuchar.

«Ha predominado una tendencia de radiar o televisar la trova solo en los días luctuosos. Muchos llegan aquí buscando la wifi, que es excelente, y de buenas a primeras me preguntan asombrados: « Ah, pero eso es trova también?».

COMPLICIDADES

Consolidar un escenario donde se escuche a los artistas desde la complicidad con el texto inteligente se hace cada vez más difícil, pero parece que si la conciencia viene desde los organizadores es posible.

«El local funciona como restaurante de miércoles a domingo, y los jueves, viernes y sábados también, pero solo hasta las cinco de la tarde, porque abrimos a las 6:30 p.m. El concierto empieza a las 7:30 p.m. Durante esa hora intermedia ponemos música, trova por supuesto, y canción tradicional cubana. Cuando se ideó sumarle esta nueva función al salón, se rediseñó, y el resultado visual es muy acogedor.

«Por haber pasado malas experiencias anteriores donde se establecía una batalla entre gastronomía y cultura, no se preparan tragos que necesiten de una batidora o de algún aparato electrónico que haga ruido, tampoco hay cubiertos para la oferta gastronómica. Poco a poco hemos acostumbrado al público a la idea de que la trova es para oírla.

«También la entrada es barata, diez pesos en moneda nacional; y eso responde a un esfuerzo de Artex, en lugares como este no se puede pensar en la rentabilidad por encima de la calidad de la oferta cultural.

«Otro elemento que quisiera contribuyéramos  a rescatar en La Fábrica de Trova –el nombre proviene de la antigua fábrica de guayaberas que se ubicaba aquí– es que los trovadores se escuchen unos a los otros, eso es algo que en el resto del país se mantiene, pero se ha perdido en La Habana. Cuando yo era joven no me perdía un concierto, y si alguien me decía: sube y canta, perfecto. Si no, lo disfrutaba igual».

Muchos trovadores y trovadoras e intérpretes de la canción  ya han pasado por el espacio, que se debate por los siempre trabajosos caminos de la promoción, incluidas las redes sociales, y evita caer en las trampas de la popularidad.

«No es una competencia para ver quién mete más gente. La carrera, que estábamos perdiendo, es contra el mal gusto. En eso sí queremos ser competitivos.  Si mucha gente buena va a oír en realidad lo que está pasando: felicidades; pero si son pocos los que acuden a disfrutarlo: felicidades también».

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