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CUBADISCO: La realidad es nacer y morir

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CUBADISCO: La realidad es nacer y morir

Por Emir García Meralla

Fuente: Cubarte

A nadie sorprende que esta edición del CUBADISCO haya sido dedicada a la trova como expresión musical y a la Nueva Trova como movimiento que expresa una etapa fundamental de la historia musical cubana en la segunda mitad del pasado siglo.

Y es que como motor impulsor de tal decisión está la coincidencia del aniversario 150 del natalicio de Sindo Garay y los cincuenta del Encuentro de la Canción Protesta celebrado en la Casa de las Américas; evento que marca el nacimiento, o la validación, de una nueva canción cubana desde las perspectivas de una generación que estableció rupturas estilísticas y conceptuales. Algo que años antes habían hecho “los muchachos del Feeling”.

Definamos que la Nueva Trova es en esencia un movimiento musical y poético de trascendencia cultural; así lo define en los años setenta Noel Nicola en su ensayo: Por qué Nueva Trova; aunque sea la música la que se haya impuesto con el paso del tiempo. Tal vez el antecedente más cercano a este movimiento en el orden estético y social se encuentre en el documento Nos pronunciamos, plataforma que definiría el actuar de una generación de intelectuales vinculados a los fundadores de la NT.

Poesía y canción, serán el fundamento inicial, aunque será la segunda la que ha de primar con el paso del tiempo. La NT pasó de la imagen del hombre acompañado de su guitarra a las estructuras musicales más abiertas. Primero fue el Grupo de Experimentación Sonora; luego le seguirá el grupo acompañante de Pablo Milanés, la simbiosis de Silvio Rodríguez con Afrocuba, la ruta sonera de Sara González con Guaicán; hasta llegar a los grupos que acompañaron a Santiago Feliu –muy influenciados por el rock argentino de los ochenta—o a Carlos Varela –dentro de la estética del pop rock latino de los noventa; y así hasta el día de hoy en que ya la imagen del trovador errante solo con su guitarra, nada más refleja la mítica del movimiento; aunque la guitarra no haya perdido su protagonismo.

Así llegamos a esta edición del CUBADISCO dedicada a la NT como antes lo fue a la rumba, a la música campesina y a otras manifestaciones y una vez más el evento se vuelve un maratón de inconsistencias y buenas ideas donde faltan el disco y los músicos que los protagonizan. Qué decir entonces del público como principal destinatario del evento.

El CUBADISCO se ha convertido con el paso del tiempo en la cenicienta de los eventos culturales masivos del sistema de la cultura cubana. Apena llegar a esa conclusión. Es momento, hora ya de que esa situación cambie.

Es cierto que la industria del disco sufre una gran depresión a nivel mundial; que las ventas se reducen ante el impacto de las nuevas tecnologías; que los costos de producción en nuestro caso son bastante elevados (lo han sido siempre, incluso cuando existía Luz Producciones como potencial fabricante de disco); que los precios son prohibitivos para la mayoría del público. Pero, ¿y la creatividad de los involucrados en este asunto en qué esquina de la vida se perdió?

No creo que se trate de imprimir millones de discos, pero bien pudieron los sellos discográficos y los organizadores haber organizado una gran sala de descarga musical on line en el Pabellón Cuba, que sirvió de recinto ferial, por cierto muy mal aprovechado (una vez más) y con una programación alocada que incluyó un ensayo concierto de la Orquesta Rubalcaba una de las grandes charangas del país.

Tal acción hubiera reportado beneficios económicos y culturales a las discográficas, al evento y sus organizadores.

Por otra parte pregunto: por qué no hubo en ese mismo lugar una gran serie de conciertos de los trovadores de todas las generaciones. Hubiera sido provechoso para todos, pongamos como ejemplo, un concierto de Vicente Feliú junto a Mauricio Figueral. El primero representa a los fundadores y el segundo es ídolo de una parte de la juventud.

¿Sería  costoso o demerita integrar a los trovadores con los rumberos, los músicos populares e incluso con los cultores del llamado movimiento de música urbana? Al margen de los “egos".

Cierto es que los sellos discográficos cubanos hacen maravillas para lograr completar el proceso productivo de un disco, que comienza con la aprobación del proyecto, el financiamiento que no siempre está a tiempo, los procesos propios de grabación, masterización y diseño. Sin embargo, la discografía cubana está intentando dejar testimonio de cuanta música hoy se produce en esta isla aunque las capacidades no alcancen y el factor económico determine la salida a tiempo o no de un fonograma.  Hay una memoria musical que debe ser puesta al alcance de todos.

Otro talón de Aquiles está en el poco o nulo uso de ciertos espacios en la ciudad que bien pudieran tributar a la buena marcha de la feria.

Hubiera sido provechos organizar conciertos vespertinos, por ejemplo en el Café Brecht de ARTEX, espacio ampliamente subutilizado; o haber retomado las presentaciones de trovadores en Fresa y Chocolate.

Bien pudieran ARTEX y EGREM presentar a sus premiados, y a los de los otros sellos, en algunos de esos centros culturales, donde el alcohol y la mala música son el elemento cultural más difundido.

¿Volverá el CUBADISCO a ser el evento que más interese a la industria musical cubana? no lo puedo afirmar. Pero soy del criterio que un cambio de estrategias, los debidos consensos y  mucha voluntad institucional y personal devolverán el orgullo a la música y a los músicos cubanos.

A fin de cuentas somos la isla de la música y la música y los músicos cubanos ya han probado más de una vez ser la punta de lanza de nuestra cultura y una fuente de ingresos de alto valor agregado.

Comenzar nuevamente no debe avergonzar. De eso se trata.

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