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Día Mundial de la Poesía: Los versos del bien

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Día Mundial de la Poesía: Los versos del bien

Por Madeleine Sautié

Fuente: Granma Digital

Los poetas esenciales, más que de costumbre, hoy le hablan al planeta. El Día Mundial de la Poesía, celebrado cada 21 de marzo, por razones asociadas al asomo equinoccial de la primavera, los convida a que levanten su voz, para que nadie en el planeta azul prescinda de la belleza.

No llegan a una asamblea, con corbata y credencial, ni tienen asientos reservados con sus nombres.

Tampoco rotan por turnos en una mesa con micrófonos. Vienen al convite, por su propia voluntad, mezclando las épocas en que floreció su verso, conversando los vivos con los que hoy residen en el parnaso celeste. Así que bien pudieran coincidir al unísono, sin exactitudes prudenciales, discursos de bardos que no coincidieron en el tiempo.

Las voces se cruzan y en franca algarabía defienden ideas. Lo extenso del escenario hace que no podamos toparnos a la vez con todos los poetas; así, y desde donde los pueblos miren, serán apreciados unos u otros.

Ya van poblando la fiesta. A Martí se le distingue porque lo cubre una luz. Se le oye advertir el mal oficio de ciertas almas que se postran, callan, ceden, y lamen manos de potentado; servicios por los que les será muy fácil a los sumisos cambiar la dignidad por platos de oro y rica y ancha avena. Una cascada de versos suyos se encarga de educarnos en el deber de no bajar nunca la cabeza, de elegir el yugo exclusivamente para pararnos sobre él.

Vienen en dulce tropel y hacia todos los espacios se dirigen. La entrada es libre y el que busque poesía, la hallará. Los bardos seleccionan para la ocasión los más universales de sus mensajes. Heinrich Heine, el alemán romántico, sigue alentando a la lucha, y exhorta a los pueblos a no dejarse aplastar por los mismos de siempre, porque son los poderosos de estos tiempos semejantes a los que explotaron a los tejedores de Silesia, a los que les cantó hace más de un siglo, en enardecidos versos.

Whitman recuerda que el tamaño no es más que el crecimiento y que es igual de grande ser hombre o mujer. Que el universo podría ser un hogar común si se quiere para los otros lo mismo que para sí. Del dolor del mundo se le oye hablar a Roque, el poeta salvadoreño que pidió perdón a la poesía, por hacerle ver que ella tenía otros modos de existencia; el que aseguró que era bello ser comunista, aunque causara muchos dolores de cabeza.

Se acerca Nicolás Guillén y pide que la vida sea «campana que repique / o surco en que florezca y fructifique / el árbol luminoso de la idea» y exhorta a que se alce la voz individual «sobre la voz sin nombre / de todos los demás» para que el poeta y el hombre sean uno solo.

Por todas partes la palabra estremecida brota. Se dejan ver Pablo Armando, Lezama, Aimé Cesaire, Fina, César López, Gibrán Khalil, Carilda, Piñera, Benedetti, Retamar, Tula, Feijóo, Cardenal, Boti, Alberti, Rui de Noronha, Zenea, Mirta Aguirre, Naborí. Estos son solo los primeros rostros que se alcanzan a ver, pero en verdad son muchos, van dispersos, regalando versos por todas partes.

Ya se escuchan los ritmos resueltos de Fayad: «Por esta libertad / de canción bajo la lluvia / habrá que darlo todo», una vez que se haya alcanzado. Porque es «la noche de los opresores y el alba definitiva de todo pueblo ya invencible». Y Vallejo insiste en que la unidad de todos los hombres del orbe, si los mueve una idea justa, puede hacer que la muerte resucite.

Es curioso, pero nadie falta. El espacio para cantarle al bien se estira y en él caben todos los hombres de la Tierra. Desde hace mucho supimos que la poesía solo halla terreno fértil en la generosidad, y que la desfachatez y los bajos sentimientos, tengan el rostro que tengan, le son incompatibles. No en balde los poetas escogen entre sus decires y en este día, los mensajes que pueden hacer mejores a los hombres. Las penas que avergüenzan al mundo duelen igual si las canta Tagore, Juan Ramón Jiménez o la Mistral.

Por ahí se sienten, entre muchas otras, Sor Juana, Georgina Herrera, Dulce María, la Zambrana, Juana de Ibarbourou, Piedad Bonet, Virginia Brindis de Salas, Idea Vilariño, Alfonsina, Gioconda Belli, Nancy, Heddy Navarro, Soleida... Sus sentencias son en estos días remedio redentor contra sometimientos. Sus obras ofrecen luz a la tristísima realidad de muchos pueblos, donde matar mujeres impunemente es un ejercicio cotidiano y aclaman por las reivindicaciones que desde siglos, en muchas partes aún, se les debe.

Los que escriben la belleza tienen hoy, junto a la belleza misma, su día. Salvaguarda de la humanidad, la poesía tiene sus misiones y ahora mira, boquiabierta e inconforme, las averías del mundo. Nadie que la escriba, la comprenda, la reconozca o la experimente podrá estar en el bando de los que odian y detestan.

Ella es bálsamo y don, y congregará a quienes, seducidos por su esencia, apuestan por la aurora.

Si no sabes del festín, estás a tiempo. La voz de los poetas es más fuerte en su día y es preciso escucharla.

Si la poesía te habló alguna vez, no cortes el diálogo; si aún la desconoces, acerca tu oído al corazón del mundo y encuéntrala en él. Desde su piel los versos del bien han sido escritos para ti y aunque demores en advertirlo, ellos te están esperando.

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