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Omara, por tanto y por más

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0804 omara portuondo

Su nombre es de origen árabe, dicen que evoca a Omar o Umar, uno de los primeros discípulos de Mahoma.  Y Omar significa “construir”, “habitar”, “poblar”.  Otros, que si germánico y lo relacionan con la forma femenina de Omaro, san Omaro, que se identifica como “El de la ilustre riqueza”. Lo recomiendan, porque las así nombradas sorprenden por su espíritu vivo y creativo, que es muy hábil y sus capacidades artísticas son evidentes desde temprana edad.

Lo cierto es que nuestra Omara, inunda y habita, con su gracia y musicalidad, el orgullo cubano. Que ha construido ese cariño a base de entrega y empatía. Que se ha hecho ilustre, en Cuba y más allá, no por riquezas monetarias ostentadas, sino por su entereza humana y artística; por sus cualidades vocales y por su proyección escénica; por interpretar casi todos los géneros de nuestra música popular, con personalísimo sello.  Y sí, desde pequeña, dio señas de lo que traía.

Contó la propia cantante que cuando niña escuchaba a sus padres, al pelotero Bartolo Portuondo y a su mamá Esperanza Peláez, cantar a dúo desde la cocina las obras de Eliseo Grenet y Sindo Garay. “Mi mamá decía: «Mira, Omarita qué bien baila con los danzones». Porque me gustaba mucho escuchar la radio. Ellos cantaban normalmente a la hora del almuerzo cuando estábamos todos en la casa. Mi mamá y mi papá cantaban a dúo de forma aficionada, no eran profesionales y allí empecé a cantar con ellos. Aprendí y canté «La Bayamesa», de Sindo Garay, que fue la primera que me aprendí y después, «Veinte años»”.

“La Novia del Feeling”, así la tildó el locutor Manolo Ortega en su debut radiofónico y así me gusta identificarla. Ese título es más nuestro y la califica mejor. Más de su centrohabanero Cayo Hueso y de sus orígenes. Allí, en el número 708 de la Calle Salud, el 29 de octubre de 1930, nació Omara Portuondo Peláez. En ese ambiente, en las peñas de los fundadores del filin, cultivó ese sentimiento y naturalidad que le imprime a sus interpretaciones. Recordemos que con solo 17 años Omara ingresó como cantante del Grupo Loquibambia, integrado por dos de los grandes de ese autóctono movimiento Frank Emilio, al piano y José Antonio Méndez, guitarra y cantante.

La joven Omara vivía su cubanía, la condensaba y compartía, al bailarla y cantarla. Probó primero fortuna, en el mundo de la danza, siguiendo los pasos de su hermana Haydee. Un día de 1945, una bailarina se retiró dos días antes de un importante estreno en el Cabaret Tropicana y allí fue Omara a cubrir la vacante. Su madre la convenció para que no dejara pasar la oportunidad. En el famoso cabaret, integró Las Mulatas de Fuego, bailó en el conjunto del coreógrafo Alberto Alonso, con el que actuó en el teatro Radiocentro, en El güije y El solar. También en el cuerpo de baile de Roderico Neyra (Rodney) y como pareja de baile de Rolando Espinosa.

Como cantante, en 1951, se integró al cuarteto del pianista y compositor Orlando de la Rosa, con el que viaja a Estados Unidos. De 1952 a 1953, formó parte de la emblemática orquesta Anacaona, con la que viaja a Haití.

Como más se recuerda Omara, es formando parte del cuarteto vocal Las D’Aida, con Aida Diestro como directora.  Allí, entre otras lumbreras como Elena Burke y Moraima Secada, no dejó de brillar. Así lo destaca el Maestro Rey Montesinos quien expresó: "La segunda voz de Omara no es muy común, hilvana un `contrapunto´ que no es clásico, no es el que hace cualquier cantante... claro, para que esto ocurra hay que tener muy bien controlado el oído armónico, ser capaz de escuchar todas las notas que conforman un acorde, de ir imaginado cuál es el que viene, porque, el problema de un “contrapunto” es el saber de dónde sale y hacia dónde va, todo esto tiene una determinada lógica, y es muy importante a la hora de la “improvisación”, por eso, tocante a esto, ¡es estupenda!"

Magia Negra fue su disco de debut como solista. Apareció en 1959 y en este Omara Portuondo apostó por combinar la música cubana con el jazz norteamericano, incluyendo versiones de “That Old Black Magic” y de “Caravan”, de Duke Ellington. A pesar de haber editado su primer trabajo en solitario, la cantante siguió, hasta 1967, en el seno de cuarteto Las D’Aida.

Luego, comenzó una brillante carrera como solista que inicio en el escenario internacional. Este paso, lo motivó el compositor Giraldo Piloto quien se desempeñaba entonces como director de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM). Piloto le propuso participar como representante de la firma discográfica Areíto en Polonia. Oportunidad que Omara supo aprovechar. No dejó de componer otras constelaciones, con otras figuras y agrupaciones de prestigio, con los que grabó  o  hizo giras por distintos países del mundo. Entre estas, Benny Moré, Bola de Nieve, Rita Montaner, Pedro Vargas, Edith Piaff, Lucho Gatica, Diego El Cigala, Julio Iglesias, Jorge Drexler, María Bethania, Chucho Valdés, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Adalberto Álvarez, Los Papines, la orquesta de Enrique Jorrín y la Orquesta Aragón.  

La más sonada fue la etiquetada como Buena Vista Social Club; cuando, en 1996, se incorporó a la grabación del disco homónimo para el World Circuit. Para este cantó “Veinte años”, junto a Compay Segundo, y “Silencio”, con Ibrahim Ferrer. Tuvo varias sagas que la voz de Omara bendijo.

Los hay, quienes prefieren llamarla “La diva del Buena Vista Social Club” y solo destacan sus “éxitos” internacionales, entiéndase los que tienen una Trademark.  El Billboard Latin Music Awards (2005), Mejor Disco Tropical del Año, con su disco Flor de amor. Su Grammy Latino del 2009, Mejor Album Tropical Contemporáneo, por el disco Gracias, un compendio de melodías tradicionales, boleros y jazz. Su interpretación de la versión en español de Mama Odie, uno los personajes de film animado Tiana y el sapo (The Princess and the frog), del imperio Disney.

Su mayor premio ha sido el aplauso y el amor de su pueblo. Al que se suma, entre varios otros, el Premio Nacional de Música (2006), la Distinción Gitana Tropical por la Dirección Provincial de Cultura de La Habana (2012), el Premio La Mar de Músicas (2013), la Orden Lázaro Peña de Primer Grado (2017) y el Título Doctor Honoris Causa en Artes del ISA (2018).

“Omara es un modo de ser y estar que se instala en cualquier pieza cantable, sea cual sea su ritmo o su estilo. No importan los saltos melódicos hacia lo más agudo o lo más hondo. No importa dónde ni cómo puedan haberse entretejido las trampas del autor para hacer más incisiva la idea o suavizarla: en complicidad con él y sin aspavientos, como por arte de magia, ella hace transitable el camino elegido, por intrincado que sea”. Así opinamos junto a Marta Valdés.

En lo personal, me gustó verla en el documental Omara, del cineasta Fernando Pérez. Y por esto días, a propósito de su cumpleaños, he disfrutado en la radio de antológicas interpretaciones suyas, incluidas en sus diversos discos. Pero cuando más la gozo, es en vivo, haciendo lo que quiere y lo que solo ella puede, con la canción que sea.  Allí es Omara, en toda la extensión de su grandeza.    

Fuente: Periódico Cubarte

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