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René de la Nuez, de cumple en San Antonio

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René de la Nuez, de cumple en San Antonio



Por J. Ángel Téllez

Fuente: Cubarte

El Loquito y El Barbudo, junto a los resucitados Napoleón, Mogoñón, Don Cizaño, Negativo Compañero, Ñapo León y Pacifloro y Guerrita, Blandengo y Tato Gato están de fiesta. Aunque no nacieron el 8 de septiembre de 1937 —como su creador, René de la Nuez Robaina— desde que este trópico secara sus primeras tintas, se escapan cada año hasta la villa del Ariguanabo a beber de las más puras fuentes del humor gráfico cubano.

Ya allí, oliendo tabaco, renacen las húmedas orillas donde germinara, en 1866, la publicación satírica El Papalote y se realizara en 1915 la primera exposición de corte humorístico en Cuba —por los coterráneos Eduardo Abela y Manuel Alfonso—, y garabateara el niño René sus primeros muñequitos.

En el mismo San Antonio de los Baños —nacido también en septiembre, pero de 1794— donde, por allá por 1953, publicara en la revista Páginas del Círculo sus primeras creaciones el joven de la Nuez. Donde dibujó, además, para el Vocero del Órgano Oficial de la Asociación Estudiantil Ariguanabense (1955) y para el Boletín Oficial de la Cámara de Comercio e Industriales (septiembre de 1957 —mayo de 1958), donde, apareció en viñetas un demo del “Loquito”.

Sobre su formación, relataba Nuez: “… No pasé ninguna escuela, porque la caricatura no se estudia en escuelas, hay escuelas de artes plásticas, pero no de caricaturistas, yo soy como muchos otros: un autodidacta, que me movía y aprendía mucho de la discusión, y de la gente que me rodeaba, lo que podíamos llamar “un caricaturista de oído…”

En ese mismo pueblo y desde esa fértil atmósfera, brotaron las imprescindibles líneas humorísticas de Jesús de Armas (de Armas), de Pedro Rodríguez García (Peroga), de José Luis Posada (Posada) y, tiempo después, de Francisco Martínez Villamil (Villamil) y del multipremiado Ángel Boligán (Boligán).

Por eso y por mucho más, si se realiza aquí, en “La Villa del Humor”, el jolgorio tiene más sabrosura. Porque no hay pueblo en la Isla donde se realice una “Humoranga” como fiesta popular y salgan cientos de pobladores con un tricornio de periódico a hacerse los loquitos. Ni otra villa cubana con un Museo del Humor y que organice una Bienal Internacional del Humor, dos proyectos que tuvieron entre sus promotores y fundadores a este 80 cumpleañero.

Nuez había conocido en Gabrovo, Bulgaria, una Casa del Humor y la Sátira y pensó que su Isla, y en San Antonio, podría concretarse una experiencia similar. En la pared del fondo de la antigua casona que hoy aloja al Museo, en un mural a relieve con los íconos de humorismo gráfico cubano, René de la Nuez es el único creador con dos personajes.

El Loquito de Nuez —que está cumpliendo 60 años de vida en el 2017— es hijo de El Bobo de Abela, y creció como su antecesor del sustrato del costumbrismo cubano y con sus códigos para burlar la censura. “Hacerse el bobo (o el loco) representa coloquialmente al hombre inteligente que se ve obligado a enmascarar su ingenio. En esto se diferencian del primer símbolo republicano del pueblo, el Liborio, de Torriente”, ha apuntado la doctora Adelaida de Juan. Por igual, nacieron y murieron “con las circunstancias sociales que les dieron origen”, sin embargo, difieren en forma, ciertos códigos comunicacionales y en su proyección crítica.

Sobre las diferencias formales, el propio creador comentaba: “El Bobo de Abela era a base de círculos. Me dije, tengo que hacerlo distinto, y probé a utilizar triángulos. Si te fijas bien te das cuenta que el Loco está hecho de triángulos, y es totalmente distinto a el Bobo, que es más redondo. Además, relató el artista, “Le puse un collage (que en aquel momento era muy usado por los surrealistas) de papel periódico en el sombrero”.

El Loquito, nació y se hizo famoso en las páginas del Zig Zag, pero se mudó a otros medios cuando después de 1959, el director del semanario entró en contradicciones con el revolucionario humorista gráfico.

En los primeros 30 años de la Revolución, Nuez se convirtió en su cronista gráfico por excelencia. Desde las páginas del Mella, el diario La Tarde, Revolución, Granma, Palante, el Noticiero Nacional de TV y otras publicaciones salieron a la luz más de 50 000 caricaturas en este período.

Y se alzarán las copas —o los vasitos plásticos— por haber sido considerado en su tiempo entre los cien caricaturistas más importantes del mundo. Y ser una de las suyas la primera caricatura latinoamericana en viajar al cosmos. Por sus más de cien premios nacionales e internacionales, pero, sobre todo, por los agasajos de sus compañeros, de su pueblo: el Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez, la Distinción Raúl Gómez García, la Medalla Alejo Carpentier…

Como se celebrarán los 10 años de que recibiese, de manos del Ministro de Cultura Abel Prieto, el Premio Nacional de Artes Plásticas. En “reconocimiento a sus más de 50 años de quehacer creativo y a la trascendencia, tanto artística como social, de una obra que ocupa un lugar privilegiado en el humorismo gráfico contemporáneo”. En la ceremonia, en el Museo Nacional de Bellas Artes, el también periodista y profesor señaló: “Lo que he hecho toda mi vida es dibujar la memoria histórica de mi pueblo y de la Revolución. Solo pido tener fuerzas para seguir haciéndolo y cuando ocurra lo inexorable morir dibujando”.

Ya con algunos tragos de más, Don Cizaño, “le sacará” su cartelito de “oficialista” y las viñetas donde relataba los sucesos de El Mariel. Y “sonará” un corito con los mucho que nos falta Nuez y sus caricaturas contra el reguetón y la burocracia, o contra el abuso de ciertos boteros y estafadores que pululan por ahí.

Tal vez, al final de la fiesta, Mogollón llame por su móvil a unos de los estrambóticos almendrones que pintó de la Nuez en 1994 para “Havanauto de fe”, y los intransigentes hijos suyos, El Loquito y El barbudo, prefieran trasnochar en los salones de la Galería Eduardo Abela, del propio San Antonio, junto a las piezas que integran la exposición personal Homenaje al 80 aniversario de René de la Nuez.

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