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Acosta Danza…Iluminó la escena en este Septiembre

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Acosta Danza…Iluminó la escena en este Septiembre

Por Toni Piñera

Fuente: Cubarte

Misticismo, música, color, danza, cuerpos, tiempos rotos, sonidos, símbolos, luz, movimiento, tensión, sombras..., emergieron de las propuestas, algunas de ellas de alto calibre, que acaba de acercar la compañía Acosta Danza en la sala García Lorca del Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso, en su temporada Septiembre, que iluminó la distinguida institución habanera, y también la ciudad a escasos días del paso del ciclón Irma por nuestro país. No hay dudas, en sus bailarines vibra el espíritu de nuestro pueblo de no doblegarse ante la adversidad. Así lo confirmaron pisando fuerte sobre las tablas imbuidos por el talento y la fuerza de su director, el reconocido bailarín Carlos Acosta, inspiración del grupo. Cuando un líder como él, en cuestiones de movimiento, fagocita un conjunto, lo inyecta de ese extra, talento, virtud…, sus integrantes, en excelente forma muchos de ellos, se permean con esa magia.

Cinco piezas de diferentes facturas, líneas danzarias, y estilos ocuparon la escena, durante casi dos horas, y el resultado fue: prolongadas ovaciones, dinamismo, sorpresa, acción y ese extra de originalidad para mantener al público siempre en vilo.

Abrió el programa El cruce sobre el Niágara. Sin lugar a dudas, un punto alto escénico de la trayectoria de Marianela Boán como coreógrafa. En ella entrega sus espléndidas concepciones de diseño, dinámicas y ritmo del movimiento, entrelazado todo, en esta pieza, a una esencia literaria. Pues parte de una obra homónima, Premio Casa de las Américas 1969, de Alonso Alegría (Perú).

Trabajar sobre límites formales ha sido en el tiempo una autoimposición creativa de Marianela. Lo que consigue plasmar en esa diagonal de vértigo/suspenso, drama/vitalidad, es magnífico. Exige del cuerpo de los dos bailarines —excelentes Mario Sergio Elías/Julio León— la máxima expresividad, en abierta contraposición al rostro hierático, en la que la música de Olivier Messiaen ocupa protagonismo también. Y obtiene una alta explotación de las líneas del cuerpo, imponiendo, en todo momento, una fundamentada motivación para que los gestos transmitan una sensible gama de inquietudes y afanes de dos hombres frente —y sobre— a una cuerda sobre el… Niágara. Los bailarines que sumieron la entrega de este trabajo le imprimieron, ambos, una brillantez interpretativa de altos quilates. Fue un alarde de dominio de la danza el guante que lanza la creadora y que ellos supieron devolver con todas sus fuerzas…

Regresó en esta atractiva temporada, donde el auditorio observó la cohesión de la agrupación, y su desenvolvimiento en los variados estilos presentados, Nosotros. Atractiva y lírica pieza firmada por Beatriz García/Raúl Reinoso —quienes son además diseñadores de luces y vestuario—, que llegó en esta ocasión de la mano de Marta Ortega/Javier Rojas para entonar con sus talentos este pas de deux que atrapa siempre al espectador. La música de José Víctor Gavilondo, interpretada en vivo por Alejandro Martínez (Cello) y la pianista Lianne Vega impone el camino de la sutil coreografía que desata espontaneidad y al mismo tiempo una fuerza inusitada en la danza, por momentos violenta y otras, con un lirismo que convoca la exaltación de los sentidos, explotando el tono dramático de los gestos y del amor… Toca fibras sensibles en lo interno y mueve a la reflexión, sobre todo, en aquellos que alguna vez han escuchado el himno de esas intermitencias del corazón que afloran en las relaciones de una pareja enamorada que está a punto de decir adiós.

Nueve bailarines matizan Belles Lettres, del conocido coreógrafo/bailarín norteamericano Justin Peck (New York City Ballet), que llega inspirada también en el mundo de la literatura y su unión con las otras artes. Como en el texto de una antigua obra se mueven los danzantes compulsados por la singular música de César Franck (solo de piano con el acompañamiento de un quinteto de cuerdas) que camina entre el tiempo, como olas que traen recuerdos y se renuevan en la escena para matizar la atmósfera de un clima particular, en el que suman también los agradables diseños de vestuario de Reid&Harriet y esas luces de Mark Stanley que provocan sensaciones. Queda entonces la suerte echada a esos bailarines que se acomodan a la perfección al decir del coreógrafo, en un tono neoclásico, dejando una estela de buen gusto y buen hacer que recibió una merecida ovación.

Del célebre y muy conocido aquí coreógrafo español Goyo Montero fue el estreno mundial de la temporada: Imponderable, que como nota de especial interés y atractivo acerca la música de Owen Belton sobre canciones de Silvio Rodríguez… Para calibrar la pieza, donde se destacan como protagonistas también las luces que llegan de originales maneras a armar y desarmar el cuerpo de la obra, enfocando espacios, creando atmósferas y dialogando de manera contemporánea y actual con el espectador, es menester saber lo que el autor dice de ella: “¿Imponderable? Es una reflexión sobre lo incomprensible, lo indescriptible, y lo que, como dice el título, no podemos medir: el peso del alma, el espíritu. ¿Cómo medir una emoción?...”. A partir de esa premisa rompe el tiempo, la memoria, el espacio para fomentar una suerte de pensamientos/ideas/sentimientos que cruzan como relámpagos en nuestro cerebro transformado en la escena, por el ir y venir de instantes creados por los bailarines en movimiento o quietud… Iluminando siempre, ese susurro que llega de lo inconsciente, transformado en danza y realidad para hablarnos de lo interno vestido de luz. La voz de Silvio declama sus creaciones y resulta un punto neurálgico dentro de Imponderable, vestido de poeta y no de cantante que dice sus hermosas obras, quedando buena parte de la música, de su música en una partitura original trabajada por el músico canadiense Owen Belton. La emoción, energía, talento de los disímiles y variados bailarines de Acosta Danza aportan la otra parte, a partir de los pasos que Goyo Montero esculpe y que ellos se lo apropian para hacernos sentir en un universo extraño, diferente, escuchando a Silvio desde otra dimensión, siempre lírica y eterna, sabia, y bailando en el tiempo, como magia de lo Imponderable…

Cerró las noches, a partir del viernes, una pieza que va siendo clásica en la compañía, Twelve. En esta creación, cuyo concepto y dirección es de Jorge Crecis y música de Vincenzo Lamagna, se mueve un cóctel alucinante en el que 12 bailarines, en escena, recreando con dinamismo, astucia y frescura sus acciones aportan el título: Twelve (Doce). A partir de ahí se estructura una simpática combinación de movimientos, juegos, ideas, estructuras de espacio, en las que se involucran “ingredientes” de diversa filiación estética, deportiva y hasta mágica que exaltan al auditorio, lo llevan por caminos inusitados a delirar con los ejercicios propuestos, en los que se desvela la creatividad y la preparación de los excelentes bailarines. Aquí el término danza adquiere otra connotación, sin dejar de ser lo que es, con otros matices, buscando un lenguaje que atrape por otros caminos, y añadiendo la energía, siempre in crescendo, esa que entregan con pasión los versátiles bailarines, y que aportan la propia música, las luces y esas botellas que llenan con su magia el universo escénico con sus luminosidades, que nos recuerdan por instantes, el momento cumbre del mejor acto circense del malabarismo.

Disfrutamos con placer esta temporada Septiembre, que aunque lleva el título de un mes en el que nuestro pueblo sufrió el embate del temible huracán Irma, es símbolo de la fuerza de un pueblo, que se levanta otra vez para seguir siendo y dando lo mejor. La cultura y el arte cubanos siguen en pie como Cuba.

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