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Armonía, concierto y gráfica

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Armonía, concierto y gráfica

Por Pedro de la Hoz

Fuente: Granma Digital

Antes del concierto fue la gráfica: una exposición de obras del maestro Santos Toledo en el vestíbulo del teatro Mella en la que desplegó, con el sello que lo distingue, las imágenes texturizadas y en alto contraste de la cantante y los íconos de la canción evocados en la cita.

Luego vino la música, a manera de plataforma de presentación del disco Armonía (Bis Music/Egrem) y la protagonista de la noche, Yaíma Sáez. Entre las ofrendas de la programación de fin de año en el auditorio de la calle Línea, esta del último fin de semana merece destaque por su densidad artística y la proyección de una carrera que va mucho más allá de lo que aconteció sobre el escenario.

Desde que irrumpió en La Habana bajo el paraguas de la Academia de Canto Mariana de Gonitch y su titular Hugo Oslé, esta camagüeyana ha trabajado arduamente para construir su propio nicho en la canción cubana de estos tiempos. El día a día –o mejor, la noche a noche- en El Gato Tuerto y otros sitios de la bohemia capitalina la fue curtiendo, dotándola de un oficio que ha cultivado con inteligencia y sensibilidad. En el tránsito hacia lo que mostró ahora influyó también lo aprendido en los espectáculos de Santiago Alfonso y Lizt Alfonso, la preparación para los festivales Boleros de Oro, y la producción del disco Identidad que dos años atrás dio la medida de lo que se traía entre manos.

A propósito de este fonograma, el crítico Guille Vilar suscribió una apreciación que vale tomar en cuenta, al subrayar «las profundas corrientes del amor cotidiano a lo cubano, amor que Yaíma Sáez al lograr impregnarlo en sus melodías, revela al misterio de la identidad como aquello que nos proporciona la felicidad de no haber nacido en otra parte sino precisamente en esta Isla prodigiosa».

Ese sentido de pertenencia se expresó en el teatro Mella, y por supuesto en Armonía, con el máximo rigor posible. Cantar por cantar, entonar bellas melodías y atraer al público a base de artificios vocales, no es lo de Yaíma. Lo suyo va por cuenta de un concepto de la canción que tiene que ver tanto con las calidades intrínsecas de una privilegiada zona de la creación musical cubana, como con el compromiso personal que se expresa en un modo de apropiarse y transmitir esos valores. En otras palabras, ella se sitúa al margen de los lugares comunes y la banalidad.

En la selección del repertorio está la fortaleza inicial: Adolfo Guzmán y Juan Formell. El primero, sencillamente un clásico, como lo prueban esos temas suyos que han rebasado la línea del tiempo: Al fin amor, Es tan fácil mentir, No puedo ser feliz, Tú me haces falta, Te espero en la eternidad, Libre de pecado y Seré feliz cuando tú me quieras. Aunque más conocido por su obra para el baile, Formell fue un excelente compositor de canciones de linaje trovasonero. De Yo soy tu luz a A través de mis canciones, supo hallar el hilo conductor hacia una nueva estación del género.

La entrega no estaría completa sin las orquestaciones (Denis Peralta y Efraín Chibás Wilson) y los músicos que entraron a escena, cada cual enfocado en lo suyo con altura y precisión, comenzando por los pianistas Rolando Luna, Andy García, Deis Peralta y Emilio Morales. En la base, una garantía, el contrabajista Jorge Reyes. Y, para sazonar el resultado, las intervenciones puntuales del trompetista Mayquel González, el clarinetista Javier Zalba y, menuda y grata sorpresa, la arpista Mirta Batista. Todo ello en medio de una atmósfera sobria, al servicio de la canción, debida a la dirección artística de Osvaldo Doimeadiós.

No faltarán los que comparen las interpretaciones de Yaíma con otras grandes de la canción cubana que interpretaron y registraron esas obras. Pero Yaíma no quiere parecerse a nadie sino a ella misma y a su tiempo. Y eso basta.

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