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En «modo» festival

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En «modo» festival

Autor: Madeleine Sautié

Granma

La capital tiene hace días un color distinto. Porque si bien las calles habaneras permanecen siempre habitadas, también es cierto que el entusiasmo y la complacencia son de esas emociones que no se pueden ocultar y asoman en la faz del transeúnte si de ellas está poseído...

Conozco bien de cerca a personas que reservan celosamente sus vacaciones para diciembre, no por ese hermoso motivo que acaece en sus últimas horas, cuando los abrazos acompañan la llegada del año bisoño; sino que las disfrutan en sus primeros días, cuando la ciudad pone a todos los cinéfilos —digámoslo en lenguaje tecnológico, tal como el aguzado argot popular dice ahora para referirse a un tipo de actitud— en modo festival.Decir que se está en «modo» festival tiene todo el sentido del mundo. Esto sucede, porque además de disponer de una buena parte del tiempo para ir en estos días al cine (recuérdese que hay tandas desde las diez de la mañana hasta las 10:30 p.m.), con este propósito se preparan desde la casa las condiciones para no perderse lo nuevo que llega a la pantalla grande, en gamas auténticamente latinoamericanas; o porque, entre las conversaciones más frecuentes está la expectativa de una película, el rumor que nos la «vende» como una buena pieza, la llamada telefónica ya tarde en la noche para preguntar al amigo qué le pareció lo que vio durante el día.Pero nada como estar entre la gente para palpar a plenitud lo que transmite la expresión. Quien llegue al Yara podrá ver cómo la cola está habitada por protagonistas de una fiesta, a juzgar por los chistes y el ánimo: «Vamos, arranquen el tiquecito del pasaporte, para que sea más rápido y no pasen frío», o «señora, cuidado con la escalera, pase por aquí», es una manera no de estar, sino de sentir, vivir, disfrutar en modo festival.

«Desde que el público está entrando al cine está escuchando como fondo bandas sonoras de películas y se proyectan antes de empezar videos sobre el jurado, por ejemplo, —comenta a Granma Calixto Alcaide, el mismo hombre que organiza y hace debilitar una cola interminable, pero que entra completa al cine hasta repletar la sala—. «Aquí se trabaja fuerte para dar la mejor atención al público, que ha sido recíproco con la convocatoria. En estos días el cine ha estado abarrotado, y son 1 300 capacidades. Eso es muy bueno que pase: Me duele cuando está vacío, por eso tratamos de que la gente se sienta bien aquí».

«La mayoría de las personas que vienen por la mañana son de la tercera edad y esto hay que considerarlo. Nos gusta que sientan que pueden venir al Yara», refiere Lester Sabio, administrador junto a Alejandro Martín, quien abunda sobre un elemento que distingue a sus trabajadores: «Somos un equipo».

Mientras estas referencias acarician la idea de convertirse en un texto, unas damas esperan su turno para comprar la entrada. Anisia Castro Castañeda es ama de casa y quiere «conocer las nuevas propuestas, ver las películas que están en competencia, opinar, y ver después si me gustó la premiada». A la profesora Nancy Hernández López le interesa sobre todo «elevar mi cultura, el cine es perfecto para eso. ¡Ah!, y ver lo que se está haciendo y compararlo con Cuba».Más atrás, alegres como las colegialas que son, conversan, Monaya, Roxana García y Talía Rosales, estudiantes de la Universidad de La Habana; todas coinciden en que la oportunidad es magnífica para que los estudiantes que viven en otras provincias vean ahora la capital en Festival. La última de ellas, asegura: «Yo estoy encantada. Primera vez que vengo y ya no voy a dejar de hacerlo. Me fascina el cine». Así se  habla en estos días por todas partes.

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