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Enrique Pla: Entre lo real y lo maravilloso

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Enrique Pla: Entre lo real y lo maravilloso



Por Emir García Meralla

Fuente: Cubarte

Ha ya más de cincuenta años que aquel adolescente oriundo de la ciudad de Santa Clara quedó fascinado ante las luces de la ciudad capital; de que entrara en los salones de Estudio de la Escuela Nacional de Arte; que esperara con paciencia un chancebreak le dirían los músicos— en las interminables descargas del hoy legendario y olvidado Club Cubano de Jazz en el club Johnny´s Dream y de su paso por la Banda del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

Aquel adolescente inquieto al que Chucho Valdés, Carlos Emilio Morales y Paquito D´ Rivera llamaron para formar parte de un cuarteto de Jazz a comienzos de los años setenta del pasado siglo lleva por nombre Enrique Pla, y en esa formación será el único que no ha de pertenecer a la mítica Orquesta Cubana de Música Moderna. Sin embargo; su capacidad como ejecutante y su humildad profesional, bastaron para que Chucho Valdés no dudara en dejar en sus manos la ejecución de la batería en el momento de fundar el grupo Irakere.

Sí, por más de treinta años Enrique Pla fue el baterista de Irakere y el inseparable compañero del guitarrista Carlos Emilio Morales. También fue el complemento necesario de Oscar Valdés en la ejecución de una parte importante de la familia de tambores afrocubanos que definieron la primera etapa del trabajo musical de la banda.

Años después, al dejar de existir Irakere, parecía que la carrera profesional de Enrique Pla caería en el olvido o se reduciría a su condición de docente. Mas no fue así, tal vez había llegado la hora o la oportunidad, quién sabe, de poner todo su talento y sabiduría en función de otros proyectos. Y así fue pasando el tiempo, los años, la música y tejiéndose un poco más su leyenda musical.

Tal vez, el amor por su leyenda, su impronta y hasta su misma personalidad, fue el motor que llevó a BIS MUSIC a dejar en manos de Mayra M. García y Enrique Carballea la realización del DVD: Enrique Pla. El drums en Cuba y que ya comienza a generar expectativas entre especialistas, músicos y amantes del jazz y la música cubana en general.

Estructurado con un concierto grabado en directo en los Estudios Abdala, con un formato musical minimalista y la participación de importantes figuras de la música cubana; un documental y algunos extras como una amplia galería de fotos y una versión para escucha del mismo.

Como material audiovisual, Enrique Pla en la segunda entrega de una serie de propuestas de este binomio de realizadores -junto a BIS MUSIC- dedicados a la batería y a los bateristas cubanos; y a su vez se incluye en una línea conceptual que este sello discográfico ha desarrollado en los últimos años destinado a otros instrumentos e instrumentistas de marcada influencia e importancia en la música cubana. Eso incluye el trabajo con Pancho Amat y el tres, el bajo de la mano de Feliciano Arango, la impronta afrocubana que involucra a la misma familia Arango, entre otros materiales.

Y aunque quedan proyectos por realizar como el dedicado al trombón; ya se anuncia una tercera entrega sobre la batería y los bateristas cubanos. Propongo que nos centremos en Enrique Pla. El drums en Cuba.

Lo primero que resalta de este DVD es su impecable factura, no solo visual, sino también sonora; y es que lograr recoger el ambiente humano que se fue creando en cada ejecución, las expresiones y hasta aquellas pequeñas imperfecciones que siempre acompañan a toda obra humana con total fidelidad, sin poses prefabricadas o edulcoradas visiones, abre un derrotero para este tipo de realización en Cuba; donde en aras de “satisfacer” se pierde lo auténticamente humano de la música.

Antes hube de referirme al concepto minimalista del que hace gala este material; y aquí es digno resaltar el papel de Ernán López-Nussa como director musical. En cada tema estuvieron los intérpretes necesarios, los acordes justos y las emociones que debían estar.

Ejemplo de ello, desde mi percepción, son las ejecuciones del primer corte interpretado por Pablo Milanés con un tema de su autoría: Vuelve a sacudirse el continente. No es para nada intensión de estas notas resaltar una vez más las virtudes de Milanés; sin embargo, esta versión acusa la presencia de César López en el sax, lo que modifica la carga emocional de aquella primera versión del mismo tema grabado en los años ochenta del pasado siglo.

Temas como Pli Pla y La danza de Makuki, involucran a músicos de la talla de Gastón Joya, Carlos Millares y Yasek Manzano. Nombres obligados hoy en el jazz cubano contemporáneo y cuyos talentos se subordinan a honrar al amigo/hombre/ músico que lo merece y de quien han aprendido.

Dinda Donda Dunga, es a mi juicio un divertimento musical en el que la batería es protagonista y la presencia de Oliver Valdés y Rodney Barreto cierra un ciclo generacional en ese instrumento que ha dado nombres importantes desde los años cincuenta hasta la fecha. Cerrar los ojos mientras se escucha cada ejecución hace que los fantasmas de Guillermo Barreto y de Walfredo de los Reyes descansen en paz. Pero también habla de una continuidad y ruptura estilística en cuanto a la impronta de ese instrumento dentro de la música cubana. Hay una “batería cubana” en la que nombres como el de Ignacio Berroa, Simpson, Oscarito Valdés, Osmani García y otros, son imprescindibles para entender el proceso de formación de un cuerpo musical que ya se torna obligado. También están los otros estilos que influyeron en la música popular bailable como los de Blas Egües y Changuito; y curiosamente el nombre de Enrique Pla sirve de puente de unión entre todos estos estilos, tendencias, nombres y modos de hacer.

Y como Pla es también un Irakere de nacimiento, era obligado que el material incluyera un clásico de la banda y la selección no pudo ser más acertada: Atrevimiento. Un tema que, aunque fue inscrito como Son-Batá por su autor Ricardo Díaz, es considerado la piedra musical angular que da pie al surgimiento de la timba como movimiento musical y social en Cuba –aunque quisiera hacer notar que también un guaguancó como Xiomara, de Evaristo “el pícaro” Aparicio hubiera funcionado con la misma intensidad.

Con una versión muy personal de Robertico Carcassés (en función del minimalismo conceptual del DVD), Atrevimiento vuelve a reunir a Pla junto a Oscar Valdés y como complemento a un sonero de la talla de Mayito Rivera y como punto de equilibrio el fraseo de Bobby Carcassés.

El cierre no podía ser mejor. Solos de Julito Padrón en la trompeta (¡oh Jorge Varona que estás en los cielos!), derroche de maestría en los “jícamos” por parte de Adel González y Yaroldy Abreu (el “buen ser del “Niño” Alfonso y Angá Díaz) y una gran apoteosis digna de lo que en sí es este material: Una oda a la percusión y a uno de los percusionistas más lúcidos de la música cubana.

Aun así, me hubiera gustado ver a Pla ejecutando el batá o los tambores Iyesá de aquellos años fundacionales de Irakere; pero ese será otro material en que alguna vez pensarán los realizadores y BIS MUSIC.

Aquel adolescente venido del centro del país, hoy es hombre que acusa una calva al estilo de los senadores romanos, la sabiduría de los años y una gran sonrisa. Pienso en ello mientras le imagino guardando sus baquetas y escobillas, mientras cuidadosamente recoge su instrumento y se dispone a la próxima sesión de estudio o clases. Enrique Pla, al igual que los relojes suizos, sabe que lo perfecto está en el detalle. He ahí su grandeza.

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