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Hommage, en el bicentenario de San Alejandro

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Hommage, en el bicentenario de San Alejandro

Pir Virginia Alberdi

Fuente: Granma Digital

Con un guiño hacia el pasado, pero con la mirada adelantada que caracteriza la creación artística cubana actual, la Academia de San Alejandro, en medio de la celebración de sus dos siglos de existencia, hizo una estancia en la sala Picabia de la sede de la Alianza Francesa de La Habana en el Prado, para recordar al primer director de la institución, el francés Jean Baptiste Vermay de Beaume (Francia, 1784-La Habana, 1833).

Siete jóvenes artistas y una maestra consagrada se reunieron para exhibir obras suyas en la Galería. La pedagoga y notable pintora Rocío García recordó, al estructurar el proyecto curado por ella, que en la pasada década tuvo entre sus discípulos alumnos atraídos por las primeras vanguardias del siglo XX.

Ellos, mitad en broma mitad en serio, se nombraron «nuevos fieras» (no es una falta de concordancia de género, sino toda una intención semántica), como para llamar la atención acerca de una manera muy desprejuiciada de revisitar el fauvismo, aunque a fin de cuentas aprovecharon para sí otras huellas de la modernidad pictórica europea.

De la «fiereza» de entonces quedó un bien ganado oficio en cada una de las trayectorias personales de estos creadores egresados de la escuela de formación artística profesional más antigua de Cuba.

Un oficio que se rebela ahora en realizaciones donde cada cual da riendas sueltas a sus poéticas, tal como les orientó en su día Rocío, una maestra que no impone, más bien guía e incentiva el desarrollo del talento como se espera de un ejercicio docente responsable.

La misma Rocío marca el terreno, con sus Bellas Flores del Mal, una franca alusión a Charles Baudelaire en la exposición de lo que ha venido haciendo desde mucho tiempo, por lo que es ampliamente reconocida por la crítica y los espectadores, un erotismo de muy refinada naturaleza y depurada expresión.

En el patio central de la Alianza, pórtico de la exposición, Lancelot Alonso exhibe una contundente instalación (Le jardin sans voix) configurada por un conjunto de tres «árboles» de intenso cromatismo y muy especial figuración. Naidel Herrera, desde un paisaje neoexpresionista de grandes dimensiones apela a una versión muy propia y lograda del mitológico rapto de Europa; mientras Enrico D. Álvarez, en Vision du dimanche, alucina con un mundo en que humanos y tiburones habitan en un mismo espacio, la diferencia aquí la marcan los seres vivientes, no el medio.

Michel Chailloux, en una atmósfera nocturna sitúa sus personajes en un paisaje totalmente onírico, patinado de un azul acerado perturbador.

Bien definido en sus presupuestos estéticos, Maikel Sotomayor tamiza el color para su Chemin de soufflé vert, una pieza espléndida. En tanto Sulian Linares, en un evidente homenaje a Mattisse, degusta una cena de radiante iluminación y estridente colorido; también hay otra cena, en la tela de Cerlián Barreto, que incluye un paisaje desde la pared y una hiena intrusa que sale del mantel rojo y amenaza al espectador.

El programa conmemorativo del bicentenario de San Alejandro se prolongará en los próximos meses. Lo importante, como ha dicho el actual director de la institución, Lesmes Larroza, pasa tanto por mostrar sus hitos históricos como la renovada vitalidad en la forja de talentos.

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