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Ofrenda familiar de Rigoberto y Antuán Mena

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Ofrenda familiar de Rigoberto y Antuán Mena

Fuente: Cubarte


Expresión de veneración mutua y también del más noble ofrecimiento que un padre artista pueda hacer al —muchas veces implacable— juicio del público y de la crítica, es la exposición que en el Palacio de Lombillo están presentando, hasta el 7 de mayo próximo, Rigoberto Mena (Artemisa, 1961) y su hijo Antoine Mena González, Antuán (La Habana, 1983).

En salas de la instalación ubicada en la habanera Plaza de la Catedral se exhiben, por separado y de forma balanceada en cuanto a cantidad y formatos, una veintena de obras realizadas en óleo sobre tela, las cuales datan del año en curso.

En el caso de Antuán, graduado de la Academia San Alejandro, hay piezas en las cuales se advierte cierta continuidad al abstraccionismo cultivado por su progenitor, en el que deja ver sus huellas la figuración. Entre ellas Ofrenda, nombre asimismo dado a la exposición curada por Lissette Valderrama y Deivis Colina.

Rigoberto Mena, de quien en octubre pasado pudimos apreciar parte de su entonces reciente trabajo en la muestra también bipersonal que, bajo el título de Al dente, realizara con Alejandro García en Galería Habana, nos trae ahora el que le dio continuidad, agrupado mayormente en la serie Yves Klein y un pañuelo africano en París.

Nuevamente sus piezas abren inagotables lecturas a partir de un equilibrio compositivo y cromático en el que manchas, trazos sueltos, texturas, luces, sombras y fragmentos de telas, burlan cualquier intento decodificador de quien simplemente no de rienda suelta a su sensorialidad, para ir a sumergirse al vasto cosmos del artista.

La muestra en su conjunto es, sobre todo, un pretexto para presentar en un espacio de mayor concurrencia el trabajo de un Antuán que, lleno de orgullo, lanza al ruedo; esta vez en un escenario menos familiar que el del estudio-galería de Buenavista, inaugurado por ellos en 2015 con La frontera, en medio de la estridencia visual de la XII Bienal de La Habana.

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