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Otros aires

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Otros aires



Por Madeleine Sautié

Fuente: Granma Digital

No fue la pasada edición de Aire de Luz un espacio parecido a los otros. El café literario que conduce la poeta Basilia Papastamatíu en el centro cultural Dulce María Loynaz  tuvo en esta ocasión ciertos «condimentos» retóricos que hicieron muy bien a un público integrado fundamentalmente por estudiantes de la Escuela elemental de Música Manuel Saumell, en tanto les resultaron ajenos términos como glosa y pie forzado, por ejemplo.

De la glosa –porque uno de los textos que leyó era precisamente esa composición poética– ofreció detalles el poeta Karel Leyva, quien invitado a la tertulia junto a la repentista Liliana Rodríguez Peña, dejó  actualizado al auditorio de la poesía que se escribe ahora mismo en Cuba, donde confluyen el verso libre, la espinela y el soneto.

La joven tunera, escritora y poeta, es merecedora de importantes lauros como el Premio Iberoamericano Cucalambé y ganadora en el Concurso nacional de repentismo Chanchito Pereira, por solo hablar de los más recientes, porque la descollante improvisadora, formada en talleres de repentismo infantil, viene obteniendo reconocimientos desde la infancia.

A Liliana le cuesta leer, y aunque lo hace con textos seleccionados de su ya abundante obra poética –donde está la rima, y la variedad estrófica, pero también y de alto alcance el verso blanco– se le sale el deseo de improvisar y responde algunas precisas que se le han puesto, con ese natural modo de encadenar octosílabos atados mediante el puente de la espinela.

Un momento se reserva para que cada invitado refiera sus motivaciones esenciales, su postura frente al arte poético, su modo de asumirlo. Y hablan también de sus actuales misiones: Karel encomia el papel promocional por medio de su sitio web del grupo Ala décima, del que es vicepresidente. Liliana remarca la importancia del concurso Portus Patris, de Puerto Padre, retomado recientemente, un espacio también de amplio impulso para los jóvenes escritores de la AHS.

Karel habla de circunstancias propias de su  vida que  terminan en poemas. Escribe  a su mujer: Yo vengo desde el sur/con el color que siembran las nostalgias/un aluvión/fija los abrazos/cuando la verja cruzo/cuando la piel recuerda/y todas las mareas se acompasan. Dedica otros versos a su amigo el poeta Juan Carlos Flores,  ya fallecido: Este es otro de los versos dislocados/sometidos hacia la lumbre pírrica/de un tiempo bueno para las mediaciones/Tú, /has ido al fin.

Liliana lee el soneto Dale Carnegie, con exergo sobre el éxito y la felicidad, y rematado con esdrújulas consonancias: No hay risas en tus labios. No hay razones/para esta desconfianza tan ridícula./La vida no es el acto que supones/como el final feliz de la película.

Pero espera, con picardía de quien sabe que ganará el aplauso, a que la comprometan con el verso improvisado, a que se le ponga el pie forzado para ser de veras ella. Una  de las estudiantes se lo da, y la décima que porfía y se esparce  ante  las caras asombradas de los que no la creen posible, deja de ser un reto y se contonea, como una dama campesina en el corazón del Vedado.

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