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Ovacionada Acosta Danza en Camagüey

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Ovacionada Acosta Danza en Camagüey

Por Yanetsy León González

Fuente: Adelante

Con diez minutos de ovación terminó la función única de Acosta Danza en Camagüey, después de dos horas de asombro por los bailarines y las obras, y de días de expectativas truncas por la capacidad limitada del Teatro Principal, debido a la curiosidad intrínseca a lo nuevo y lo bueno que tanto se dice de esa compañía.

Por la secuencia de aplausos gustó esa suerte de experimento, como califica el director Carlos Acosta, a la unión de dos exigencias danzarias, la clásica y la contemporánea, como principio de búsqueda de un sello propio que, incluso contra sus pronósticos, se va forjando con rapidez.

 

Para comprender mejor qué nos dice esta agrupación a través de su repertorio, y a qué aspira, añado otros elementos antes de llegar a lo visto aquí. Primero, la toma de conciencia de Carlos Acosta como sujeto de identidad cultural, a partir de sus años de forastero en tierras que no eran suyas. Segundo, su carrera de casi 30 años de bailarín y la excelente cosecha de su consagración como figura mundial de la danza, la llave para múltiples puertas.

“Hasta cierto punto, la danza en Cuba está un poco atrás en el sentido de las nuevas tendencias, de la accesibilidad”, dijo en un aparte con la prensa, para confirmar sus proyectos de montaje con coreógrafos de otras naciones y su estímulo a la colaboración de jóvenes talentos y de artistas cubanos de otra índole.

 

El programa abrió con Fauno, coreografía concebida por el belga Sidi Larbi Cherkaoui para un homenaje londinense a ballets rusos en el 2009. Al dúo de bailarina y bailarín siguió Rooster, del inglés Christopher Bruce con canciones grabadas por The Rolling Stones.

Después de un brevísimo intermedio vino El salto de Nijinsky, un interesante trabajo de movimiento coral, ideado por la catalana María Rovira, inspirada en una fotografía del salto espectacular de un bailarín en el manicomio donde llevaba 13 años postrado en una silla. Desde las claves de la memoria del cuerpo se condujo a lo más esperado, justo a las 10:05 p.m.

 

Entonces se hizo Mermaid, otro dúo de Sidi Larbi, que trajo de vuelta al escenario del “Principal” a Carlos Acosta, manifiesto viviente de la danza como manera de pensar y de existir, algo que el programa sugirió también con un sentido profundo de la escena y no solo por el ingenio del cuerpo.

Para cerrar, se reservó la danza-deporte Twelve, del español Jorge Crecis para Acosta Danza. Con esta se pone a prueba la resistencia física y mental de 12 bailarines que se “tiran” pomos, hacen al público lamentar el “fallo” y aplaudir la espectacularidad de no equivocarse en el intento.

 

Pero Carlos Acosta no miró la noche con los ojos de Camagüey, aunque agradeció la calidez de su público culto y con tradición danzaria. “Es una localidad en la cual hay que parar y bailar”, enfatizó. Aquí culminó su periplo por el oriente que ansía abarcar completo. La gira en sí misma, la primera de la compañía en Cuba, “ha servido para unificarnos como compañía, solo llevamos dos años y medio”, precisó.

A eso van los sueños de este Premio Nacional de Danza, quien con humildad intenta pasar solo por “el director de la compañía Acosta Danza”, y se empeña por “dejar un legado en mi país tangible y duradero. No voy a parar hasta que Acosta Danza se convierta en una de las principales compañías no solo de la nación sino del mundo entero”.

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