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Palimpsesto de Fors

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Palimpsesto de Fors

Por Virginia Alberdi

Fuente: Granma Digital

Desde el pasado diciembre y a lo largo del mes de enero puede visitarse en la Sala del Museo Nacional de Bellas Artes la exposición Palimpsesto, de José Manuel Fors. De tal modo se asegura la tradición de mostrar en esa representativa institución el trabajo de quienes en el año precedente merecieron el premio Nacional de las Artes Plásticas. Así los espectadores tienen la oportunidad de valorar la estética personal del creador.

En este caso el artista abordó un proyecto especialmente dedicado al cumplimiento de ese compromiso. El título de la exposición se corresponde plenamente con el significado del término elegido; los antiguos llamaban palimpsesto a la superposición de diversas capas de códigos y escrituras en la que debajo de la última podían observarse las huellas preexistentes.

La pieza central concebida por Fors, es una enorme instalación realizada sobre la base de procedimientos habituales en la obra del artista. En el espacio central, desplegadas horizontalmente en una amplísima área, se advierten túmulos de materiales impresos de edades diversas, en las que una pátina envejecida denota el paso del tiempo.

A esa construcción llamada precisamente Palimpsesto la acompañan otras que complementan la intención creadora: Sedosas pausas intermedias (collage de papeles diversos), Las prensas (prensas metálicas y lomos de libros), Las columnas (papel y cartón) y La sombra dilatada (papel, fotografía y grafito).

Puede leerse esta exposición como la culminación de la obsesión del artista con la memoria como reservorio de la experiencia humana. O mejor dicho, como un tributo al conocimiento como proceso intelectual y emotivo de la humanidad para no perder la brújula de los orígenes en la ruta hacia un nuevo destino.

Lo que en los inicios de la trayectoria artística de este creador fue la manipulación de la imagen fotográfica se concilia aquí con los saberes aprendidos en su formación primaria cuando se interesó en la escultura y cursó estudios en San Alejandro. Palimpsesto reúne, por tanto dos vocaciones, la del artista recreador de imágenes con la de aquel que alguna vez soñó con dominar el espacio tridimensional.

Esta es una señal inequívoca de la consecuencia y coherencia estética de uno de los protagonistas de Volumen Uno, exposición que significó un parteaguas en el panorama de las artes plásticas cubanas a principios de los años 80. Y del crecimiento conceptual y sensible del Fors que sembró hitos luego con exposiciones como: Las Cartas (2004), en Casa de las Américas; Historias circulares (2006), en Bellas Artes, y Entre la sombra y la pared (2014), en Villa Manuela.

En el despliegue museográfico intervino, acertadamente, Corina Matamoros, una de las más probadas y experimentadas curadoras cubanas de la hora actual.

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