Patria o Muerte: disyunción heredada para emancipadores

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Cuando el 5 de marzo de 1960 Fidel enarboló su , ya nuestro, “Patria o Muerte” , no hacía más que elevar hasta nuevos compromisos el viejo sueño de los que en el universo han jurado liberar la Patria o morir por ella, por la justicia toda, de todos los humanos. Como se cuenta en himnos y en las canciones de gestas, de todo el mundo.

Contra la Monarquía y su barbarie esclavizadora,  Danton, Marat, Robespierre y Babeouf, lanzaron su Liberté, Égalité, Fraternité ou la Mort.  Este fue  uno de los lemas  más populares durante la Revolución Francesa, el primer intento de expandir la civilización, de incorporar más y más distintos seres humanos,  al ámbito de los libres y de los iguales. En 1793, Comuna de París convocó a los parisinos para que pintaran en las fachadas de sus casas la frase  “La República una e indivisible - Libertad, Igualdad, Fraternidad o la Muerte”. El decreto fue enviado al ministerio de Interior para su difusión en todo el territorio nacional. El lema no solo se grabó o se pintó en numerosos monumentos públicos y privados, sino que encabezaba muchos decretos del Comité de Salvación Pública, carteles, cartas de funcionarios y publicaciones de todo tipo.

La disyunción marcada con “o la muerte” aludía al permanente estado de guerra que se vivía. Y a una  radicalidad de los rebeldes jacobinos que fue abandonada después de la caída de Robespierre; la reacción thermidoriana optó por eliminarla de la fórmula, bajo el supuesto de que evocaba al período del Terror. Sin embargo, la decisión de morir si era necesario, para adelantar toda la justicia, se mantuvo en el espíritu revolucionario de los de abajo, de los que entraron a parís entonando “La Marsellesa”.

El himno “La Marsellesa” está impregnado de ese ánimo patriótico, de esa convicción que sostiene a los guerreros en situaciones de vida o muerte y que motivóla expresión de Napoleón Bonaparte: “Esta música nos ahorrará muchos cañones”. Expresada así en una de sus estrofas, refiriéndose a los mártires:

“No estaremos tan celosos de seguirles/ Como de participar de su tumba; /¡Tendremos el sublime orgullo/ De vengarles o de seguirles!”.  Y en la convocatoria, “Aux armes citoyens!”, que figura también en la “Oda a los Franceses” firmada por Ecouchard en 1762 y que fue un referente de nuestro “A las armas, valientes corred”.

La influyente  Revolución Francesa cambió el sentido de lo patriótico. Si antes de 1789, lo patriótico era defender a muerte al rey y pagar religiosamente los gastos que provocaban los cortesanos y los nobles; a partir de la Revolución Francesa, ese hálito patrio adquiere otra  significación que  lo acerca más  hacia lo popular, hacia la gran familia nacional. Un nuevo aliento que se expresó en la música, en nuevos himnos donde el afecto colectivo, lo espiritualmente compartido por los comunes, pasó a prevalecer sobre lo religioso.

Compromisos similares al de La Marsellesa vibran en el “Himno de Riego”, himno nacional de España durante el Trienio Liberal (1820-1823), la Primera República (1873-1874) y la Segunda República (1931-1939). En sus verso, creados por Evaristo Fernández de San Miguel, se dice: “Soldados, la patria nos llama a la lid/ Juremos por ella vencer o morir”.  Como en una versión española del himno francés que versaba: “el furor en tu pecho despierte, ¡busca ya la victoria o la muerte!”. Ambos himnos han acompañado las causas republicanas en la “madre patria” de los cubanos.

Hubo poetas y músicos entre los dispuestos a morir en estas guerras emancipadoras, que pasaron del servicio cortesano a servir ala Revolución, de componer obras con las que entretener a los nobles para escribir piezas que enaltecieran a los sublevados. Un espíritu que trascendió a 1799 y que dio lugar a la  “gran  ópera  histórica”.

A partir de 1820, en la ópera, un género tradicionalmente  excluyente, se empieza a representar al pueblo  romántico y revolucionario. La  monarquía  restaurada  francesa, pretendía  restablecer el  statu  quo  de  antes  de  la  Revolución y para ello contrataron a Rossini, el compositor romántico más de moda en la Europa de la época. Pero el músico italiano, si bien  empezó rindiendo homenaje al nuevo rey-mecenas con una ópera como Il viaggio Reims, también coló  óperas  liberales,  o antiabsolutistas, como Le Siège de Corinthe (, 1826) y como Guillaume Tell (1829) que contribuían de forma muy potente a difundir el amor a la libertad en todos los pueblos de Europa y más acá.

La ópera “El Asedio de Corinto” representaba  la  lucha  de  los  griegos  del  siglo  XV  en  contra  de  los  Turcos. En ella resonaba el muy de moda filohelenismo liberal, inspirado en  la guerra de independencia griega, iniciada el 25 de marzo de 1821, y que tuvo como grito de guerra “Elefthería i thánatos”, es decir “Libertad o muerte”. Hoy, es el lema nacional de Grecia y  la creencia popular dice que el uso de las nueve franjas en la bandera griega corresponde a las nueve sílabas del lema en griego. La expresión fue utilizada por los rebeldes cretenses, como se    refleja en la novela de 1953 “Capitán Michalis” del escritor griego Nikos Kazantzakis y popularizada  con el título de “Libertad o muerte”.

En 1801, Toussaint Louverture dio el primer grito libertario en Nuestra América y en 1804 Jean Jacques Dessalines venció totalmente a las tropas francesas que ocupaban a Haití. “Liberte ou la mort”, fue la consigna de la  Revolución haitiana, la que movilizó a cientos de miles de esclavos en contra de la esclavitud, el racismo y el colonialismo, venciendo a los imperios francés, inglés y español. Fue incluida en la bandera nacional de su primera República,  de 1803-1804. En el  himno nacional, creado para  conmemorar un siglo de la independencia, se expresa aquella convicción emancipadora: “¡Por la bandera, /Por la patria!/ Morir es bello”.

La Revolución francesa, la de las treces colonias  y la haitiana, prendieron la utopía en Sur América;  permitieron vislumbrar nuevas posibilidades libertarias frente a la estructura colonial de entonces.Un movimiento independentista en el que se involucraron varios músicos , como  Atanasio Bello Montero, Juan Francisco Meserón, Juan José Landaeta, José María Isaza, Lino Gallardo y Juan de Dios Agraz. Este último, fue designado por el Libertador Simón Bolívar para ser su Corneta de Ordenes.

En el cuadro de Juan Manuel Blanes, “El juramento de los Treita y Tres Orientales”, se representa el momento  en que un grupo de patriotas suramericanos, liderados por Juan Antonio Lavalleja, clamaron el juramento de "Liberar la patria o morir por ella". Decisión con la que el 19 de abril de 1825 desembarcaron en la Playa de la Agraciada y con la que emprendieron la cruzada que concluiría con la Independencia de Uruguay, el 25 de agosto de ese año.  Enarbolaban una bandera tricolor (azul, blanca y rojo) que en la franja del medio lleva la leyenda "Libertad o Muerte". Investigaciones posteriores afirman que además de los orientales (uruguayos) cuatro argentinos, cuatro paraguayos y un liberto de Mozambique.

Como repetía Armando Hart, “el patriotismo cubano se halla insertado, desde su raíz, en un sentimiento  y una aspiración universales. Así fue ayer, lo es, y lo será mañana”. Lo que les faltó a los reformistasy niegan de plano los más pesimistas del anexionismo - añado-, fue “lo que en esencia tiene la cultura cubana: la utopía de la redención universal del hombre”.  Es del “cubano completo y cabal”-afirmaba el lúcido intelectual, querer y soñar “la igualdad social  entendida en su alcance universal”, para lo que es necesario asistirse de “la imaginación  y el vuelo que suelen tener los poetas, los profetas y los héroes”.

Por ello,  los  independentistas, de ayer y de hoy,  sobre el fundamento de una cultura y sensibilidad ética, inspiradas y acendradas en el ideal humanista en su expresión  más revolucionaria”, tuvieron y tenemos iniciativas más realistas” que los  cubanos incompletos, no participes de esa utopía redentora. Anhelos libertarios que para su concreción demandan de mujeres y hombres virtuosos y viriles, dispuestos a ser libres o morir, de poetas y juglares que les canten  a los héroes de hoy y nos cuenten de las glorias pasadas, con aquella  convicción martiana de: “verso,  o nos condenan juntos,  o nos salvamos los dos”.

En el “Himno del desterrado”, escrito en septiembre de 1825 por el bardo santiaguero José María Heredia,  este se pregunta: “¿Osaré maldecir mi destino, Cuando aún puedo vencer o morir?” y en los versos siguientes afirma: “Aun habrá corazones en Cuba/ Que me envidien de mártir la suerte, /Y prefieran espléndida muerte/ A su amargo, azaroso vivir”.En este,  como  en su anterior poema “La estrella de Cuba”, Heredia llama al despertar de la conciencia patriótica independentista. Por ello,  José Martí en un discurso pronunciado en Nueva York el 30 de noviembre de 1889,  afirmó que  Heredia había despertado en su alma, “como en la de los cubanos todos, la pasión inextinguible de la libertad”.

Muchos de estos versos forman parte del “Himno Patriótico Cubano”, musicalizado por  Narciso López Frías; hijo del primer matrimonio del venezolano Narciso López Oriola, quien junto al poeta Miguel Teurbe Tolón y su esposa, más el también el escritor Cirilo Villaverde, ideó  la  bandera declarada como Nacional en la Asamblea de Guáimaro en 1869. El autor de Cecilia Valdés, explicó su significación republicana, conectada con la revolución francesa.

Fue el pabellón traído  por  Narciso López Oriola en su primera expedición contra el ejército español, el 19 de mayo de 1850 y “saneado por la muerte, de López y Agüero”,  al decir de Martí. Y por la decisión de persistir hasta lograr su empeño, porque un año después de aquella acción fallida en Cárdenas, regresó en la expedición del “Pampero” que desembarcó por un punto cercano a Bahía Honda, Pinar del Río.  Fue nuevamente apresado, y en  el patíbulo de La Cabaña, murió en septiembre de 1851. Sus palabras finales fueron “Adiós, querida Cuba”. Algunas fuentes apuntan que en su reloj llevaba inscripta a bajorelieve una frase que hablaba de esa  decisión: “Cuba, tu libertad o mi muerte”.

Es la misma disyuntiva, que bajo la firme convicción de que “Morir por la Patria es vivir”, convocó a los bayameses a la Revolución de Céspedes; al grito de “Independencia o Muerte”.  Fue el  grito del autor del Himno Nacional  Perucho Figueredo, antes de ser fusilado en Santiago de Cuba. Fue la misma convicción que guio al Padre de la Patria “ante la alternativa de salvar a su hijo o traicionar a su pueblo” y en San Lorenzo,  donde  escogió sin vacilar morir antes  de convertirse en trofeo de guerra.

Se reitera en  estas estrofasel “Himno Invasor”: ¡A las Villas valientes cubanos: / A Occidente nos manda el deber/ De la Patria a arrojar los tiranos/ ¡A la carga: a morir o vencer!”.

Fue la respuesta del el valiente y lúcido general mambí Enrique Loynaz del Castillo a otros  versos escritos por un español. Versos patrióticos escritosen noviembre de 1895 en las llanuras camagüeyanas, en la finca La Matilde - propiedad del padre de Amalia, el gran amor de Ignacio Agramonte. Devenido en himno por el apoyo del virtuoso general Antonio Maceo; otro héroe valiente  y conducido  por  principios humanistas. Como se evidencia en  la carta que dirigió al General Polavieja”, publicado en El Yara, de Cayo Hueso, en junio de 1881: “En cuanto a mí, amo todas las cosas, y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida: y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que ella sea, el interés de la Humanidad que es en resumen el bien que deseo para mi patria querida. Personificación de una tradición ética que le sembraron desde niño, en su familia. Contó María Cabrales, esposa de Antonio Maceo, que Mariana Grajales, antes de ofrendara sus hijos los hizo jurar en una habitación de su casa: “Delante Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos liberar la Patria o morir por ella".

Por este “honor de hombres”, la generación del centenario revitalizó la disyuntiva mambisa de “Libertad o Muerte”.  Es la convicción que late en los versos de Raúl Gómez García en su “Ya estamos en combate”. Leído la misma madrugada en que Fidel les dijera sus compañeros: “Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos, pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras este movimiento triunfará”. “El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla. ¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de Libertad o Muerte!”.

Son versos que hunden sus raíces en la historia universal  y milenaria de preferir la muerte a la  opresión y de luchar,  hasta la muerte si es preciso,  por una tierra, un “hogar dulcísimo”, donde ser libres, cultos y prósperos,  completamente dueños de la  expresión de nuestra naturaleza humana. Son todas,  odas al sacrificio heroico, pues como apuntó el autor de Calibán,  Roberto Fernández Retamar, refiriéndose a la heroína del Moncada  Haydee Santamaría,

“No se concibe el heroísmo sin un profundo amor a la vida y un diálogo valiente con la muerte”.

Autor: J. Ángel Téllez Villalón

Fuente: Periódico Cubarte

Fidel Castro Ruz
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