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Taller de Serigrafía René Portocarrero: vanguardia del arte gráfico cubano

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Taller de Serigrafía René Portocarrero: vanguardia del arte gráfico cubano

Por Taissé Del Valle Valdés

Fuente: Cubarte


Sin la cercanía del artista, sin la interacción creador-técnico con la pieza, sin amor, el Taller de Serigrafía René Portocarrero solo sería otro taller de reproducción de las obras. Es gracias al empeño de su gente y a la creatividad en aumento del artista que este sitio emblemático del Centro Histórico de La Habana continúa impulsando la gráfica cubana, a más de tres décadas de fundación.

A nuestro paso por el lugar encontramos las mismas máquinas de antaño, aquellas que están desde 1982 y que todavía hoy funcionan. Nos reciben una hilera de cuadros a cada lateral del pasillo central. Entre ellos, serigrafías de Servando Cabrera, Wifredo Lam, Víctor Manuel y Fidelio Ponce, así como de Portocarrero, Alfredo Sosabravo, Eduardo Roca (Choco), Luis Enrique Camejo, Pedro de Oraá y Moisés Finalé. Son obras firmadas por los autores y consideradas como originales.

A pesar de la presencia de “intrusos”, la dinámica de trabajo no se deteriora. Los técnicos no parecen percibirnos, aunque responden a nuestras inquietudes sin levantar ni los ojos, ni el pincel. Junto a nosotros recorren el estudio algunos de sus fundadores. Poco a poco nos acercamos a ellos e iniciamos un diálogo. El primero es Sergio López, graduado de Historia del Arte, quien además tuvo a su cargo comprar las maquinarias que hoy se utilizan en el taller:

“Alejo Carpentier hizo una donación para un proyecto cultural. El dinero estaba en Alemania y fui hasta allí. La Embajada nuestra se portó muy bien y me llevó a talleres que vendieran este tipo de equipo. Realmente no vi nada que pudiera ser de interés para Cuba porque eran cosas muy sofisticadas. Estos talleres necesitan de la participación del artista y aquellas piezas salían prácticamente como si fueran chorizos, ponías la materia prima y ya. Este un proceso de participación del artista, de escoger los colores. “Después, casualmente yo había estado muchas veces en España y en el Museo Español de Arte Contemporáneo, que ya no existe, ellos tenían un taller en el sótano para que los muchachos se iniciaran en el mundo de la serigrafía. Allí vi un taller de las mismas características que este. Me llevaron a ver la empresa que distribuía este tipo de tecnología, se hizo la negociación y aquí están las máquinas”.

En el recorrido también encontramos a Manuel López Oliva, destacado artista plástico cubano, quien recuerda los detalles de la fundación. “La fundación del taller tiene dos antecedentes. Un primer antecedente cuando se establece el Ministerio de Cultura, una de las cosas que tenía el entonces ministro Armando Hart, era la concepción del trabajo plural, el trabajo con asesores. Se quería incentivar un mercado nacional para el arte, sobre todo del arte gráfico y no solo de exportación. Hay que recordar que la gráfica en el siglo XX ha sido la expresión de la clase media para ejercer el coleccionismo. Para ello se realizaron investigaciones, se visitaron países con experiencias similares como Alemania, Polonia, Hungría y Checoslovaquia.

“Estaba el Taller de Gráfica de la Plaza de La Catedral que se había fundado en el 1982 pero había que reactivarlo porque este era de gráfica más tradicional”. Al crearse el taller en 1984 en lo que antes —recuerda López Oliva— era un gran basurero. Se decidió que el protagonismo lo tendrían los jóvenes. “Decidimos que el taller no podía surgir sobre gente de edad madura. Era un taller para los jóvenes y su espíritu renovador. Empezamos a traer alumnos de la Escuela Nacional de Arte y del Instituto Superior de Arte. Ellos fueron los primeros que recibieron clases sobre serigrafía de un asesor español. Trajimos a Israel León, Moisés Finalé, Rubén Rodríguez…”

El Taller desde 1984 se convirtió en un punto de confrontación, de experimentación y de convergencia entre serígrafos cubanos y foráneos, gracias a los encuentros internacionales celebrados en él y al reconocimiento que merece este sitio perteneciente a la Empresa Génesis Galerías de Arte. Contiguo a esta casa, se ubica un espacio para la comercialización de las obras. También se desarrollan exposiciones, eventos y actividades relacionadas con las artes visuales. 

Sobre sus impresiones, nos comenta el artista plástico Luis Enrique Camejo “el taller es la cuna de los artistas. En primer lugar porque se reúnen y los artistas son muy individualistas. Aquí se reúnen con los técnicos que aunque no sean los creadores de la obra son los que conocen la técnica. El hacer una obra gráfica es la posibilidad que tiene el artista de estar en un público que no tiene acceso a tu obra por razones económicas entre otras y la serigrafía a diferencia de la reproducción sigue siendo una técnica del grabado”.

La serigrafía, destaca López Oliva, tiene un pie puesto en la historia del grabado o la estampa en seda; y otro en la publicidad porque el silksscreen desde el siglo XIX se utiliza como el medio que permite acercarse al acabado de la pintura en grandes cantidades. Entonces la serigrafía se convirtió en el medio de difusión del arte gráfico publicitario. “La obra de Portocarrero era un símbolo por la dimensión de lo nacional en su obra. Además, él estuvo muy vinculado al taller y decidimos que la primera serigrafía compleja iba a ser suya, se exageró porque tenía 123 colores”, puntualiza López Oliva. A 106 años del natalicio del ilustre pintor René Portocarrero, quien naciera un 24 de febrero, el Taller de Serigrafía con sus altas y bajas, las mismas maquinarias de antaño y el empeño de sus profesionales, continúa encabezando la vanguardia del arte gráfico cubano. De esta forma, se erige este pequeño sitio en defensa de la retroalimentación de los artistas; un espacio para socializar el buen arte desde las calles de La Habana.

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