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Temporada de verano de Danza Contemporánea de Cuba

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La emblemática compañía Danza Contemporánea de Cuba (DCC), que dirige el maestro Miguel Iglesias, Premio Nacional de Danza 2018, lleva a las tablas del Teatro Nacional, su sede habitual, la reposición de las obras Coil y La tribulación de Anaximandro (Hombre, Arché, Ápeiron), de los coreógrafos Julio César Iglesias y George Céspedes, Premio del Certamen Iberoamericano de Coreografía (CIC) «Alicia Alonso», respectivamente.

Dichas funciones devienen un cálido homenaje al diseñador Eduardo Arocha, quien —en ese contexto— recibió el Premio Nacional de Danza 2022, por su fecunda trayectoria artístico-profesional al servicio de la danza y la cultura cubanas.

Esa popular agrupación —una de las mejores de su tipo, a escala universal— combina magistralmente el teatro americano moderno, los estilos de baile afrocaribeños, y el ballet clásico europeo, para configurar un discurso estético-artístico que le ha facilitado mantenerse en la preferencia del público y de la crítica especializada, desde que —en septiembre de 1959— fuera fundada por el maestro Ramiro Guerra (1922-2019), padre de la danza moderna insular. 

La trayectoria profesional de DCC registra más de noventa giras por países de América, Europa, Asia y África, así como presentaciones en los más prestigiosos festivales internacionales, lo cual se conjuga con su extenso repertorio, signado —en lo fundamental— por la labor de experimentados y noveles creadores nacionales y extranjeros.

Por otra parte, el repertorio de la sexagenaria compañía se nutre del talento y la creatividad de ilustres artistas de bien ganada fama mundial: el holandés Jan Linkens, el sueco Kenneth Kvmstrom, el hispano Rafael Bonachela, quienes —entre otros no menos importantes— han diseñado coreografías estelares para DCC.

Los integrantes de la agrupación —con la excelencia artístico-profesional que los identifica en cualquier coliseo del orbe— mostraron con creces cuánto admiran y respetan la vida y la obra del laureado artista Eduardo Arocha, ya que bailan con el cuerpo, la mente y el alma fundidos en apretado abrazo, dominan con precisión y seguridad yoica la técnica académica y la interpretación teatral, utilizan la «dosis exacta» de sensualidad, gestualidad y raigal cubanía que los caracteriza en el escenario, además de convertir los sentimientos, emociones y pensamientos en movimientos corporales que, por el «mágico» influjo de la danza, emergen del componente espiritual del inconsciente freudiano, y corren —cual agua pura y cristalina— por los ríos subterráneos del alma humana… hasta «salir a la superficie» para enriquecer el intelecto y el espíritu del auditorio.    

La reposición de Coil y La tribulación de Anaximandro…, (o retorno coreográfico-dramatúrgico a la filosofía helénica, así como a las raíces de la cultura greco-latina) constituye una verdadera caricia a la sensibilidad de los fieles admiradores de esa disciplina artística, que DCC ha colocado en los primeros planos de la escena internacional, con apoyo en sólidas concepciones estéticas que la definen desde hace más de seis décadas. 

Por último, mi memoria evoca las antológicas palabras del crítico Norge Cedeño, quien percibe el arte danzario en general, y la danza contemporánea en particular, como «[…] un universo de emociones y sensaciones, como si tuviera muchas pieles, muchas vidas y mutara a su antojo […]. ¡Algo fascinante!». (Tomado de la Uneac)

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