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Terrorismo musical contra Cuba

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por Oni Acosta Llerena

La inesperada reacción de algunos músicos foráneos para rechazar su participación en el San Remo Music Award que se realizará en Cuba próximamente son un ejemplo claro de la presión ejercida, pero que los implicados negarán ante su público

Cuando se habla de presiones y hegemonismos nunca debe verse lo epidérmico que sobre el tema casi siempre nos muestran los más fervientes animadores de tales actos.

Ellos, adoradores del mal y arquitectos de la manipulación, conocen de control de daños –incluyendo los llamados colaterales– y desde el mismo instante de alguna perversa campaña, ya activan los resortes de la desinformación. En cuanto a la industria del ocio, y especialmente en la música, esos mecanismos paralelos suelen enviar falsos ecos para no evidenciar los reales impactos que tienen sobre algunos artistas en cuanto a la subyugación y al verdadero dominio: el mercado.

La inesperada reacción de algunos músicos foráneos para rechazar su participación en el San Remo Music Award que se realizará en Cuba próximamente, así como sus cantinflescas (con perdón de Mario Moreno) declaraciones, son un ejemplo claro de la presión ejercida, pero que los implicados negarán ante su público. ¿De verdad alguien se cree el cuento de que son genuinas las causas esgrimidas?

A estas alturas, ¿alguien duda de que hubo presiones? Ahora bien, ¿de qué se tratarían exactamente esos chantajes que, a los ojos de muchos, son inexistentes?

En el ecosistema musical, el artista no es únicamente el principal actor, sino que con las nuevas dinámicas actuales y las narrativas construidas a partir de vender un producto –no talento, en muchas ocasiones– el músico no es el pollo del arroz con pollo. Y no lo es porque, simplemente, otro vendrá y tomará su lugar para satisfacer las ansias de un público que, con años de excelentes campañas de mercadotecnia, aceptará la oferta que le pongamos delante. Eso nos lleva a la simple ecuación de que el artista es más dependiente y esclavo de un determinado mercado y de sus pautas, mas no será al revés: el mercado puede cambiar las reglas del juego y se moverá hacia donde estime, sin la obligatoriedad o compromiso con determinado músico porque, repito, vende un producto.

Y eso es lo sucedido con los tristes protagonistas de marras. No han sucumbido por amenazas de un taciturno y trasnochado youtuber miamense, ni porque otros de semejante mala entraña hayan firmado una ilegal solicitud en redes sociales. No. Esas son las cortinas de humo que distraen la verdadera presión que se entreteje en oficinas y que andan ocultas al gran público.

Tan fácil como comunicarles a ellos y a sus mánagers, a través de la empresa que les gestiona la próxima gira de verano por Latinoamérica, que se les puede cancelar, o que la colaboración con otro artista de más importancia –y por ende vital para su supervivencia mediática– también, si vienen a
Cuba. Con esas dos «pequeñas exigencias», los artistas verían derrumbados sus proyectos inmediatos y sus carreras sufrirían un golpe demoledor, pues el mercado y sus tentáculos no solo se miden por un total aforo en un teatro, sino que va aparejado de un amplio sistema de publicidad que, simultáneamente, también sería cancelado. Hay muchas más extorsiones y modos legales de frenar las decisiones de algunos artistas con respecto a Cuba, pero serán motivo de otro comentario. (Tomado de RHC)

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