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Desde la ecuestre figura levantada a escasos metros del mar y de la casa donde falleció hace 54 años el General Enrique Loynaz del Castillo, libró en la madrugada del pasado 10 de septiembre una de sus más feroces batallas. Esta vez contra el viento y las olas que arrasaron el litoral de Jaimanitas, pequeño poblado situado al oeste de la capital.
Al amanecer, entre el paisaje desolador de inundaciones, derrumbes y escombros traídos por la desatada marea, señoreaba la imagen enhiesta del mambí autor del Himno Invasor, incitando nuevamente a continuar la marcha, tal como lo concibió el pintor, escultor y ceramista José Rodríguez Fúster (Caibarién, 1946), creador de un mundo mágico que ha ido multiplicándose allí, la patria chica del artista en las últimas tres décadas.
Al amanecer, entre el paisaje desolador de inundaciones, derrumbes y escombros traídos por la desatada marea, señoreaba la imagen enhiesta del mambí autor del Himno Invasor, incitando nuevamente a continuar la marcha, tal como lo concibió el pintor, escultor y ceramista José Rodríguez Fúster (Caibarién, 1946), creador de un mundo mágico que ha ido multiplicándose allí, la patria chica del artista en las últimas tres décadas.