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Lourdes Torres es de esos seres a los que costará mucho imaginarla fuera de este mundo. No se va del todo porque deja en quienes lo habitan el recuerdo de su voz exaltada, transmitiendo con todo su cuerpo la emoción viva que la poseyó cada vez que puso melodía en las letras que ya le pertenecían.
Lourdes vistió de temperamento todo lo que cantó, como si de cada historia defendida, cada revelación, cada reclamo –casi nunca una queja– fuera siempre protagonista y fue tal su modo de interpretarlas que sus canciones atizaron a muchos que no la estaban pasando bien. Sus energías, emanadas de una sonrisa fascinante y segura, ayudaron a levantar muchos ánimos cuando los desencuentros y el desamor se alojaron en otros seres, y fue salvadora, tal vez sin saberlo, de pesares e incertidumbres.
Lourdes vistió de temperamento todo lo que cantó, como si de cada historia defendida, cada revelación, cada reclamo –casi nunca una queja– fuera siempre protagonista y fue tal su modo de interpretarlas que sus canciones atizaron a muchos que no la estaban pasando bien. Sus energías, emanadas de una sonrisa fascinante y segura, ayudaron a levantar muchos ánimos cuando los desencuentros y el desamor se alojaron en otros seres, y fue salvadora, tal vez sin saberlo, de pesares e incertidumbres.