Imagen cuba

Agua de paraíso y la novela cubana actual

Pin It
Valorar
5 of 5 - 1 votes
Thank you for rating this article.

portada libro marrero

Se ha dicho que no se escriben novelas para contar la vida, sino para transformarla, añadiéndole algo. Esa parece ser la máxima aspiración de Javier y su prima-amante Marcela, los protagonistas de Agua de paraíso (Premio Alejo Carpentier 2019), de Alberto Marrero (La Habana, 1956), pero sus vidas y contextos no son tan explícitos, más bien demasiado ambiguos para lograr ese fin. Ambos atraviesan los años en un contrapunto laberíntico, tratando de esclarecer «la perpetua incertidumbre» de sus almas. Sin embargo, a cada paso todo se desvanece. Marcela nos lo recuerda: «Cada vez que me siento convencida de algo, surge otra cosa que desmiente ese algo. La vida está llena de falacias. La vida es otra cosa». Ni siquiera la literatura y el cine satisfacen los interrogantes respectivos. El final queda inconcluso. No podía ser de otra manera.

Tal perplejidad explica la composición del relato y su fascinación. Este sobresale, además, por la pulcritud del lenguaje e intensos conflictos, donde se entrelazan sin fisuras el drama existencial, el melodrama y el humor insular. Así, si bien Agua de paraíso se adscribe a la línea autobiográfico-neourbana de la novelística cubana actual, (Llueve sobre La Habana [2004], de Julio Travieso; Fiebre de invierno [2005], de Marilyn Bobes; Usted es la culpable [2006], de Lorenzo Lunar; Habana año cero [2016], de Karla Suárez), se despega discretamente de la motivación general de esta (la valoración de la crisis de los 90), para centrarse en algo más metafísico: las dudas sobre la naturaleza humana.

Buscando dilucidar sus enigmas y los de Marcela, Javier escribe, narra y protagoniza la obra, desempeños que le confieren al texto una fina ejecución literaria y comunicativa. Esto le permite acudir a la forma retrospectiva y jugar con los tiempos, ir del presente al pasado o viceversa, a la cena familiar del 31 de diciembre de 1958, escuchar la noticia de la fuga del tirano Batista, despertar con el triunfo revolucionario de 1959 y vivir ardientemente las sucesivas etapas de este proceso. En el centro: su conflicto amoroso-filosófico con Marcela.

La estructura narrativa se fragmenta, y renueva con acierto antiguos recursos. De este modo, en lugar del cervantino artificio de unos «papeles encontrados», Javier halla en una vieja caja de zapatos Amadeo «un puñado de fotos tomadas por mi hermano aquel fin de año. Gracias a ellas consigo reconstruir el intenso ajetreo de la casa». Pero no solo recurre a imágenes; enriquece su alcance artístico incorporando el diario de Marcela, escrito que, en letra cursiva, alterna dialógicamente con los capítulos de Javier. Así mismo, integra a la trama las cartas cruzadas entre Rodrigo (emigrado a Cancún y luego a Miami) y la madre.

Intervienen también en la cuidada urdimbre de esta ficción sueños e historias complementarias, como la participación de César, el padre de Marcela, en la Guerra Civil Española; las tribulaciones de amigos como Farinelli, quien llega a ser un reconocido escritor; o como Livio, especie de Sísifo que no puede con la realidad y lo vence la muerte. Todos estos sucesos ayudan a los protagonistas a meditar con mayor profundidad en el destino de sus existencias.

Cabría destacar, por último, cómo la condición intelectual de los «antihéroes» tributa a sus inquietudes por medio de la intertextualidad, desde el título de la novela, los epígrafes de algunos capítulos, las citas, alusiones y parodias intratextuales, hasta el sutil diálogo con Carpentier a través de la cultura, los detalles, el motivo de los «pasos» y el olfato: «(…) pensé todavía con la tibieza impregnada de su piel, y de su olor que, de pronto, volvió a ser el mismo». Agua de paraíso no aclara los enigmas, pero, sin duda, sí ilustra por dónde transita la novelística cubana actual.

Fuente: Sitio de la UNEAC

Redes sociales  

Facebook

Youtube