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Joaquín Betancourt Jackman: ¡Maestro siempre!

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Por Yelena Rodríguez Velázquez

La humildad se percibe en su voz y esa vocación natural para dar y darse a querer. La grandeza se aprecia en su historia de vida y el halo de la pedagogía se presenta sobre su cabeza cual símbolo de luz, aunque él apenas lo reconoce.

A Betancourt todos le llaman maestro. Ya sea en el estudio de grabación o al cruzar una avenida; frente a músicos o gente común sin vocación artística alguna. La palabra fluye así, de forma instintiva, y con esa unidad léxica que evidencia respeto y reconoce en él una habilidad extraordinaria.

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Según reveló, el magisterio llegó por débito profesional y pacto social al terminar la escuela. Nunca le llamó la atención la enseñanza convencional ni se imaginó ante a un aula, impartiendo clases de instrumentación, armonía o práctica de conjuntos.

Betancourt recuerda aquella etapa. Rememora y sonríe, como reviviendo alguna agradable memoria. Agradece a sus maestros que moldearon al aprendiz, al músico y al ser humano que es hoy.

Hasta Angola llevó el recién graduado violinista sus conocimientos académicos cuando se trazaban los primeros pasos en la enseñanza musical, luego de un extenuante período de guerra en ese país.

Sin proponérselo, le alcanzaron nuevas experiencias internacionales con estudiantes de Brasil, Canadá y Estados Unidos. Su método, aseguró, es hablar de la historia de la isla caribeña y, por supuesto, de la tradición musical.

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Clave cubana, sol de Cuba

Cuando se habla de la música en Cuba uno de sus enigmas está en la clave cubana, confirmó el maestro; en tanto yo imaginaba el patrón de ritmo y se movían mis manos.

¿Cómo podrías explicar semejante concepto que viene ligado a la nacionalidad y espiritualidad de esta tierra?, preguntó entonces y, sin dar tiempo a una respuesta malograda de mi parte, se adelantó a detallar.

Se requiere el doble de esfuerzo y el instructor debe fabricar un concepto práctico para hacer entender esa sensibilidad salida de un instrumento musical y después en los ambientes cubanos que le hacen respirar ese patrón de ritmo, agregó.

Asume Betancourt la postura de perito sin buscarlo y, puedo asegurar, sin saberlo. No conoce qué tipo de maestro es, no conversa engolando la voz, ni busca presumir de sus conocimientos. ¡Y cómo sabe!

“Cuando un estudiante quiere conocer sobre un tema, por ejemplo, la forma de escribir o concebir determinada sección de viento metal, mi primer paso siempre es remitirlo a algún maestro especializado en esa técnica”, reveló con modestia.

Finalizada esa previa consulta, Betancourt le asiste en lo que fuera preciso porque cree “que el conocimiento de la técnica es fundamental” para el aprendiz antes de desarrollar los otros “artificios”.

Eso que practica se llama respeto por quienes, a su juicio, “sí son maestros en toda su magnitud por la trayectoria consagrada en la docencia” y, sin embargo pudieran no tener “los trucos de la experiencia profesional, una parte necesaria en la formación del instrumentista”.

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“La escuela prepara al estudiante para vencer las dificultades técnicas, pero no lo que la vida profesional plantea pues son retos diferentes y, en este último caso, debe interpretar la música y dominar los estilos”, explicó.

Insistió Betancourt en cuán importante y saludable es para cualquiera de los perfiles artísticos en Cuba que la formación técnica trascienda más allá de una buena ejecución.

“Se puede ser músico, pero no todos pueden ser artistas porque para ello se debe desarrollar una especie de olfato y apreciación de la obra más allá de la disposición para dedicarse a las bellas artes”, resaltó.

Nuestro Jackman

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Joaquín Betancourt Jackman dedicó 11 años de su vida al estudio del violín, tuvo una formación básicamente europea y se forjó muy cerca de los clásicos por la influencia de su abuelo y los planes establecidos en la escuela, pero no se alejó nunca de esa raíz popular y cubana.

Natural de la provincia cubana de Camagüey, fue infligido a no visitar su casa durante seis meses por el simple hecho de tocar ese género. Historia increíble ahora.

Sin embargo, el acreditado Premio Nacional de Música en 2019 se impuso a tales contradicciones e incursionó en el fenómeno de las charangas, primero con niños, luego con el ya fallecido sonero Adalberto Álvarez, después con el flautista José Luis Cortés (El Tosco) y más adelante de manera personal.

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Junto al “Treceto” de la Escuela Nacional de Arte asistió al X Festival Mundial de las Juventud y los Estudiantes en Alemania y fue genio fundador del grupo Opus 13, que se movió durante 12 años con una aguda labor creadora, aunque no contó con la buena fortuna de una mayor promoción en los medios.

Las orquestas de Isaac Delgado y de José Alberto (“El Canario”) se prestigiaron también con el apodado Rey Midas Negro de la música, apelativo asociado a su genialidad y lejos de avaricia alguna porque es él un hombre preclaro en demasía.

Con el pasar del tiempo, en 2001, fue precisamente la música popular, en particular la rumba, la que le dio a Betancourt la alegría y sorpresa de recibir el Premio Grammy Latino en la categoría de Mejor Álbum de Música Folclórica como productor del disco La Rumba Soy yo.

Ahora, tras exitosas cosechas, el hombre de estatura pequeña y grandes sentimientos indica con batuta en mano hacia dónde debe encomendarse la musicalidad de la Joven Jazz Band que tiene la suerte de tenerlo de frente, en tanto el público suele verle de espaldas.

El formato, nacido durante un evento Jojazz para homenajear a la Orquesta de Música Moderna, “ha sido un vehículo importante que, al contrario de la sugerencia de su nombre, no incursiona solo en el jazz sino en el rumbo de la experimentación sonora”, explicó.

El orquestador rescata temas añejos de la música bailable con el disco Salvando Deudas, con la colaboración de eminentes intérpretes cubanos y junto a la joven banda, ya no tan inexperta ni inmadura, pues sus antecedentes profesionales exhiben loables experiencias en la escena nacional e internacional.

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Aquí también se proyecta el maestro. En el afluente donde se dialoga con cualidades, concepciones estéticas y comportamiento profesional es donde se siente más a gusto nuestro Jackman.

Estas son otros modos de aprender que le ensanchan el alma cuando ve a esos discípulos formarse como músicos dentro del propio conjunto, crecer como profesionales, crear proyectos y convertirse, como epílogo, en artistas. (Tomado de Prensa Latina)

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