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Parrandas de la Región Central: autenticidad e idiosincrasia popular

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Parrandas de la Región Central: autenticidad e idiosincrasia popular

Por: Taissé Del Valle Valdés

Para los que nacimos en otras regiones de Cuba, entiéndase Oriente u Occidente, las Parrandas de la Región Central pudieran parecerse a esas fiestas o verbenas culturales de cada territorio que denominamos carnavales. Pero, basta encontrar a cualquier parrandero para entender que es una fiesta distinta al carnaval. Desde luego tiene puntos de convergencia tales como la amplia participación popular, el uso de las congas, los fuegos artificiales y el desfile de carrozas.

Pienso la diferencia radica en el sentido de pertenencia con el que las comunidades llegan a identificarse entre sí. Sienten suyas las parrandas. Se trata de una tradición heredada, contada por los abuelos, aprendida en el bregar cotidiano y presenciada cada año desde hace dos siglos. Precisamente ese sentido de pertenencia y devoción popular han sido premiados el 28 de noviembre de 2018 por la Unesco, al ser incluidas las 18 Parrandas de la Región Central en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; reunión a la que asistieron Gladys Collazo, Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y Yaima Esquivel, representante permanente de Cuba en la Unesco.

A esto se debe que Remedios, octava villa fundada en el país, sea un hervidero de emociones. Una multitud ha venido desde Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara para celebrar oficialmente tan feliz noticia. “Son los grupos portadores, los verdaderos protagonistas”, nos dice Rafael Lara, remediano y Metodólogo Nacional de la Cultura Popular Tradicional del Consejo Nacional de Casas de Cultura. Hoy es un día feliz y sin duda el principio de muchos otros que vendrán.

“Ser patrimonio de la humanidad ha sido un reto muy grande. ¡Lo logramos! Aunque, de todas formas, con patrimonio o sin patrimonio, la actividad nuestra tiene que ser especial”, enfatiza José Enrique, presidente del barrio El Carmen, en Remedios. “Con amor. Así lo habíamos hecho hasta hoy. Ahora será con más deseos, más ganas. Creo que también habrá mayor apoyo porque a muchos barrios les hace falta. Se lo merecen porque son comunidades portadoras. Ser parrandero es un trabajo muy duro. Un amor intenso, de vida, familia y estrés permanente. Se une todo. Si no tienes ese amor, no vas a lograr una buena parranda”, añade.

 

Tradición y Continuidad

“Nunca sabremos si Francisco Vil de Quiñones, que era el nombre del sacerdote de una ermita llamada San Salvador, logró el propósito que buscaba con estas fiestas: que en las frías noches de invierno sus feligreses acudieran a misas, las cuales abarcaban prácticamente toda la mitad de diciembre. Que hicieran ruido y despertaran a la población”, interviene María Victoria Fabregal Borges, Historiadora de la Ciudad.

“Lo que sí está claro es que, a través del tiempo, estas fiestas de carácter religioso por la incorporación del pueblo y los saberes devinieron lo que hoy conocemos como parrandas. Inicialmente eran ocho barrios. A finales del siglo XIX se limitaron a dos, por una línea imaginaria, teniendo como centro antropológico por excelencia el centro histórico de la Plaza de Armas que por ese entonces se llamaba Isabel II.

“Según esa división, desde la Plaza al norte se encuentra el barrio de San Salvador y al sur el barrio El Carmen. Son dos barrios que entran en una lucha cultural todos los 24 de diciembre. En estos bandos están representados los saberes que el pueblo les fue incorporando poco a poco y, de aquellas frías madrugadas donde salían de una manera espontánea niños de los barrios más pobres, fundamentalmente negros y mulatos, actualmente es una confraternización de todas las razas.

“No hay diferencias de edades, de razas y esa explosión de alegría se transmitió a otros lugares y es lo que celebramos. La connotación de un fenómeno cultural que trascendió, porque en la misma medida en que nace y se enriquece, el pueblo le incorpora saberes que son transmitidos hacia otros lugares. Es una práctica transcultural y se adecúa a cada lugar donde se celebra. Por eso siempre va a tener vida”, explica.

Otro parrandero, Roberto Hidalgo, vino desde Guayos, Sancti Spíritus, a festejar la declaratoria y lo confiesa sin reparos: “Todo se lo debo a Remedios. Quiero agradecerles porque de aquí la parranda llegó a otras provincias del país. Creo que ninguna parranda, a pesar de que los objetivos son los mismos, goza de las mismas tradiciones. La parranda es un acontecer cultural que recoge las siete manifestaciones artísticas. En Remedios aparece la polka y el tamboril. Eso no aparece en otros pueblos parranderos donde, por ejemplo, aparece la conga de origen africano.

“En Guayos aparece la transculturación de la que hablaba Fernando Ortiz con la presencia de Liborio y Maconcha la negra africana. El otro barrio representa a la china y al gallego. Hay aportes que vinieron también desde otras latitudes. Se compite en audio, en conga, en fuegos artificiales y en locución, aporte que agradecemos a Villa Clara, a la voz autorizada de Ramírez Cal. Aunque en tiempos de parrandas somos enemigos, después somos amigos. No hay jurado. Gana el pueblo”, alude.

No hay jurado, pero se pierde y se gana. En este juego de rivalidades de un día se realizan entierros simbólicos del barrio enemigo. Así lo confirman Carlos Acevedo e Ilictrandis Díaz, ambos de Zuluetas y presidentes de los barrios Los Sapos y El Chivo, respectivamente. “Este 31 de diciembre están todos invitados a una plaza en Zuluetas”, acota Acevedo quien lleva toda una vida en la parranda. Más de 35 años como líder de Los Sapos así lo avalan. “El parrandero debe ser una familia muy unida. Siempre le falta algo y necesitará a quien acudir. Nosotros quisieramos tener nuestra propia pirotecnia. Esa sería la añoranza del siglo”, enfatiza.

“La noticia conmueve. ¡Cómo olvidar en 2012 cuando empezamos este empeño!”, recuerda Rafael Lara, quien además es Vicepresidente de la Comisión Nacional de la Salvaguardia del Ministerio de Cultura. Los portadores lo reclamaban. ¿Por qué las parrandas no son Patrimonio Cultural de la Nación?, decían. Así que llevé el expediente a la Comisión y se aprobó por unanimidad. Entonces quedó la pauta de que, si ya eran Patrimonio de la Nación, lo podrían ser de también de la Humanidad.

“Estuvimos cinco años confeccionando el expediente. A partir de ahora los gobiernos locales deberían apoyar más la promoción de las parrandas, su visualidad. Darles mayor atención y salvaguardia. Esto implica mayor interés. Hasta ahora se habían declarado géneros nacionales como la rumba y el punto en la Lista Representativa. Las parrandas son una manifestación regional, de las primeras fiestas populares declaradas como patrimonio nacional y la primera fiesta que se declara como Patrimonio de la Humanidad. Es la única de su tipo en el mundo. El fenómeno parranda de barrio es auténtico. Tiene sentido de pertenencia, perdurabilidad y el pueblo de la región central no puede vivir sin ella. Incluso existen parrandas infantiles. Hoy gana la cultura cubana”, recalca.

El camino para la preservación de estas fiestas populares ya comenzó a desandarse. Las Parrandas, cuyo origen data de 1820 en el municipio de Remedios, son celebradas durante los últimos meses del año por dieciocho comunidades de la región central. La preparación para la gran noche dura los 365 días del almanaque e incluye a todos los miembros de la comunidad, vitales para “el diseño y fabricación de carrozas, indumentarias y réplicas de monumentos; composición de canciones y preparación de coreografías; pirotecnia; y elaboración de elementos decorativos como faroles, estandartes y emblemas con los colores de cada barrio competidor”. La historia de las parrandas está cuidadosamente resguardada en el Museo de las Parrandas: primero de arte popular en Cuba.

A partir de ahora el reto solo aumenta. Se deben trazar estrategias para preservar esta tradición. Velar con esmero para que los grupos portadores cumplan todas las medidas de seguridad en las actividades que lleven pirotecnia. No perder de vista el recorrido que propició la declaratoria, entre ellos la autenticidad, la idiosincrasia popular y el arraigo ancestral que se superpone a cualquier otra necesidad, si de parranda se habla.

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