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La NT: «Sembrar una razón por la que cantar»

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El pasado 7 de noviembre se cumplió un año ya de que el Periódico Cubarte, comenzara a publicar semanalmente, a modo de homenaje, una entrevista a propósito del aniversario 50 de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova cubana.

La primera de ellas fue a Gerardo Alfonso, y le han seguido las conversaciones con importantes figuras de la cultura cubana, trovadores, líderes e integrantes de formaciones pertenecientes al movimiento, en su mayoría, pero también profesores universitarios, periodistas, críticos, comunicadores, promotores, escritores, musicólogos, productores, y realizadores de audiovisuales, y todos tuvieron la gentileza de revelar sus evocaciones y valoraciones sobre la Nueva Trova.

De esta suerte hemos logrado un compendio de apreciables consideraciones conceptuales sobre este fenómeno estético, además de que las anécdotas y recuerdos que los entrevistados han regalado son estupendas e inestimables.

Son muchas las coincidencias, pero muchas también las disparidades entre las respuestas de los entrevistados a un cuestionario único - con algunas variaciones- que persigue como propósito precisamente reunir respuestas y criterios diversos sobre un mismo hecho cultural de tal relevancia y permanencia en el tiempo.

Hoy Cubarte conversa con Juany Bones (Santiago de las Vegas, La Habana 1980) un cantautor, aficionado desde muy pequeño a escribir y cantar, y que a los 26 años tomó por primera vez una guitarra en sus brazos para convertir sus versos en canciones.

A partir del año 2007 comenzó a presentarse en varios espacios de la capital cubana como Fresa y Chocolate, las peñas Tres Tazas de Silvio Alejandro en el Pabellón Cuba, y del patio de la Egrem del Caimán Barbudo, entre otros sitios.

Luego, en 2010 viajó a España, donde integró como miembro el «Club de la rima», un gran grupo de poetas españoles y de otros países, con quienes participó en numerosos recitales mezclando poesía y música; a la par, formó el conjunto Incubason, formado por músicos cubanos, gitanos, españoles, más un argentino y un búlgaro.

En 2016, tuvo la dicha de compartir con su música, en una presentación literaria del escritor español Benjamín Prado Rodríguez, quien ha coescrito con el admirado cantautor Joaquín Sabina la mayoría de los temas de los discos Vinagre y rosas (2009) y Lo niego todo (2017).

Regresó a Cuba en el año 2020 y en la actualidad se presenta en espacios trovadorescos de la capital como La casa de Artista y creadores, La madriguera en proyectos de la AHS, y también en otras provincias.

 Su primer recuerdo del MNT ¿llega junto a qué figura?

Mi primer recuerdo de la NT data de cuando tenía yo 9 o 10 años de edad, una tarde en que estaba acostado tranquilito y escuchaba la radio y comenzó a sonar «Mi primer amor», de Pablo Milanés y acto seguido «Réquiem», de Silvio Rodríguez y terminé llorando, Tal vez me destrozaba tanta melancolía convertida en absoluta belleza.

Luego en la escuela primaria donde estudiaba hicieron una coreografía de danza con la canción «Réquiem», imagínate lo que sentía. Me removían mucho esas canciones y lo siguen haciendo, algo que ya se ha hecho más llevadero; esos temas están incluidos en el repertorio de mi vida y es tanto el sentimiento y la grandeza que me transmiten Silvio y Pablo, que los he asimilado un poco, es como si ya no me sorprendiera que me emocionen tanto, siempre lo han hecho. Creo que se ha hecho un hábito recibir tanta maravilla.

 ¿Cuándo reconoció que quería ser trovador?

Todo comenzó cuando empecé a frecuentar el parque de G y 23 y el Parque Lennon, de 17 y 6, en El Vedado; allí nos reuníamos a cantar montones de gente de diferentes   lugares; al principio yo me aparecía con tres o cuatro canciones de Silvio, tres o cuatro canciones de Joaquín Sabina, tres o cuatro más de Joan Manuel Serrat y unas poquitas mías.

Hasta que comencé a coincidir con varios colegas que pertenecían al movimiento joven llamado «La novísima trova», entre muchos de ellos Adrián Berazaín, con el que  años atrás había coincidido en un hospital militar por el Servicio Militar, y hablábamos de poesía y música; él me enseñó los primeros cuatro acordes con su guitarra, y le estoy infinitamente agradecido, como a mis hermanos y maestros trovadores Silvio Alejandro y Juan Carlos Pérez, por su apoyo  al invitarme a cantar siempre en sus espacios y a todos los que me insistían en que cantara mis canciones y es lo que hecho hasta el  día de hoy.

 En sus inicios, ¿a cuál trovador se quería parecer?

Ya cuando empiezan a aparecer en mi cabeza y mi repertorio las canciones de Carlos Varela, Gerardo Alfonso, Frank Delgado y Santiago Feliú, y por otra parte las de Fito Páez, Charly García, Gustavo Cerati, Jorge Drexler y otros... Todo ese fenómeno mezclado con Silvio, Pablo, Serrat y Sabina casi me hace explotar la cabeza, quería ser todos ellos hasta el punto, que literal y metafóricamente, me he colado en el banco de la canción de autor y les he robado a todos sin cubrirme el rostro.

 ¿Es de éstos de quienes reconoce mayores influencias en su obra?

En varias ocasiones me he autodefinido como «otro bardo», no trovador, lo he hecho por respeto al fino trabajo de los trovadores y al género, ya que acepto como he dicho alguna que otra vez: «Yo no soy el guitarrista aquel» y en mi corazón y mente concibo la poesía y la música como instrumentos de luz.

También reconozco que mi modo de ver la vida, las letras y la música, cambiaron muchísimo cuando conocí el discurso y la canción de Facundo Cabral y de Atahualpa Yupanqui.

¿Usted cree que los fundadores de la NT enseñaron a pensar a los jóvenes cubanos?

Ahora mismo respecto a los fundadores de la NT me vienen a la cabeza, dos frases que han marcado mi vida, mi verso y canciones, y le he pedido al universo que las coloque en mi horizonte.

Una la escuché en una película alemana que vi hace muchos años llamada  La vida de los otros , donde un espía le decía al poeta que espiaba, algo así como: «Ustedes poetas, que se hacen llamar arquitectos del alma», se me quedó grabada y jamás la he olvidado.

La otra frase se la escuché a Facundo Cabral refiriéndose a los que habitan el mundo de la canción; decía: «Existen dos tipos de personas que cantan; están los cantantes y los cantores. Los cantantes son los que tienen con qué, y los cantores son los que tienen porqué», y acto seguido concluía diciendo: «Yo soy cantor, yo tengo porqué cantar».

Eso es lo que creo que ha hecho y dejado la NT como legado y ha sido regar semillas sobre las siguientes generaciones y abrir nuevos horizontes y sembrar una razón por la que cantar, sea la que sea «pero con amor», como diría el maestro.

¿Qué recuerdos guarda de Pablo Milanés?

A Pablo lo recuerdo como un ser gigante, luminoso y transparente y con todas las virtudes de un músico completo: Un gran compositor, un intérprete sin barreras, por esa voz infinita que le fue entregada y portador de un mensaje dulce, profundo y directo en su canción.

¿Cuál considera es el aporte fundamental de la NT a la historia de la música cubana?

Creo que el aporte fundamental de la NT a la historia de la música cubana es la expansión de una nueva visión a través de la canción de autor, dando un mensaje, defendiendo una idea, una inquietud - más allá de las fronteras y el romanticismo estándar- acerca de una etapa, una generación, siempre desde la actualidad y siempre más cercano al amor y la belleza.

Como diría el poeta Arthur Rimbaud: «Hay que ser absolutamente moderno»

Y cito al maestro, a Silvio, una vez más: «No he estado en los mercados grandes de la palabra, pero he dicho lo mío a tiempo y sonriente». (Tomado del Periódico Cubarte)

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